Por qué muchos fanáticos de Taylor Swift no pueden recordar sus conciertos

El efecto de la “amnesia posconcierto” fue estudiado por la comunidad científica.

Un extraño fenómeno que ocurre alrededor de los conciertos de Taylor Swift ha provocado desconcierto entre los fanáticos de esta artista estadounidense pero aparentemente hay una explicación científica sobre su origen.

En redes sociales como Twitter y Reddit se han publicado muchos mensajes de personas que cuentan que asistieron a los espectaculares recitales de Swift y luego se dieron cuenta de que no recordaban nada del show. “Sé que me divertí mucho y canté de todo, ¡pero no lo recuerdo! Recuerdo antes y después del concierto, pero nada durante”, contó una fanática de la exitosa cantante.

Taylor Swift cantando «The Man» durante un recital de su sexta gira, ‘The Eras Tour’. (Instagram/@taylorswift)

Incluso algunos señalan que, si no fuese por las filmaciones en sus teléfonos, dudarían que realmente estuvieron en un concierto de Taylor Swift.

Sin embargo, este efecto de “amnesia posconcierto” fue estudiado por la comunidad científica y las conclusiones marcan que estaría influenciado por la desmedida emoción del fanático por ver a su ídola.

Se advierte que muchos fans esperan una gran cantidad de días para ver a Swift desde que se anuncia la fecha de un recital, y cuando finalmente llega el día del show, la cantidad de emoción que esas personas generan por ver actuar a su cantante favorita sobrepasa el nivel de equilibrio y el cuerpo procesa ese sentimiento de una forma distinta a la habitual.

Taylor Swift en los ensayos generales de ‘The Eras Tour’ (Instagram/@taylorswift)

Ewan McNay, profesor asociado del departamento de psicología de la Universidad Estatal de Nueva York en Albany, explicó a la revista Time que cuando una persona se emociona la amígdala cerebral libera un neurotransmisor llamado norepinefrina que permite almacenar ese recuerdo en la memoria.

El problema es que, según explicó McNay, en muchos jóvenes que asistieron a esos recitales de Taylor Swift la emoción debe haber sido tan grande que sus cuerpos lo interpretaron como estrés. Y a medida que aumentaron los niveles de estrés del organismo, las neuronas asociadas a la memoria empezaron a dispararse indiscriminadamente, y eso genera que sea “muy difícil” crear nuevos recuerdos. “Si estás un poco nervioso, con un poco de excitación, recuerdas mejor. Pero demasiada excitación te lleva al límite en términos de formación de recuerdos y eres incapaz de crearlos”, advirtió McNay.

“No se trata de un fenómeno específico de los conciertos, sino que puede ocurrir en cualquier momento en el que se esté en un estado emocional elevado”, explicó McNay, y dio el ejemplo de personas que se casan y suelen decir que no recuerdan su primer baile.

De todas maneras, Robert Kraft -profesor de psicología cognitiva de la Universidad Otterbein de Westerville (Ohio)- subrayó que es erróneo pensar que olvidar es una deficiencia. “No nos proponemos recordar nuestras vidas, sino experimentarlas. No recordar es en realidad un tributo a estar en el momento y disfrutarlo”, aclaró.

«The Eras Tour» es la primera gira internacional de Taylor Swift en cinco años. (Instagram/@taylorswift)

Con este razonamiento, Kraft considera que es preferible eliminar cualquier presión sobre la memoria y simplemente tratar de pasarlo bien. En el artículo de Time, él contó que también es fanático de Taylor Swift pero, por más que intentó, no pudo conseguir entradas para sus conciertos. “Lamento no haber podido estar ahí, pero lo habría olvidado de todos modos”, bromeó.

FUENTE: Infobae.

Consumo responsable de ropa: ¿sabemos cuánta se recicla y cómo contamina?

Por Cristina Sáez para SINC.

Compramos un 60 % más de ropa que hace una década, aunque, paradójicamente, la llevamos puesta menos que nunca, ya que la tiramos cuando la hemos usado menos de 10 veces. Solo el 1 % se recicla y el resto se convierte en residuos contaminantes como los microplásticos.

El uso en aumento de fibras sintéticas, la base de la moda rápida, propicia que llevemos puestos plásticos tratados con miles de sustancias químicas dañinas para la salud y el medioambiente.

En esta época de rebajas, entre los artículos que más consumismos está precisamente el textil. Según la ONU, compramos un 60 % más de ropa que hace una década. De hecho, entre 2000 y 2015 la producción de estas prendas en el mundo se duplicó, mientras que su uso se redujo. Se estima que, de media, desechamos la ropa después de haberla usado solo entre siete y ocho veces. En Europa, cada persona consume 26 kg al año y tira 11 kg, lo que traduce en 5,8 millones de toneladas de residuos textiles anuales.

Lejos de lo que se suele pensar, menos del 1 % se recicla para hacer prendas nuevas, de acuerdo con datos de la Fundación Ellen MacArthur. La mayoría, alrededor del 87 %, o bien se incinera, lo que conlleva emisión de gases tóxicos a la atmósfera —el sector textil es el responsable de entre el 5 % y el 10 % de las emisiones globales de CO2, más que los vuelos internacionales y el transporte marítimo juntos—. O bien acaba en vertederos de Europa del este, Asia, África o América del Sur.

En Europa, cada persona consume 26 kg de ropa al año y tira 11 kg, lo que traduce en 5,8 millones de toneladas de residuos textiles anuales. / EFE/ Sebastián Mariscal

En este sentido, las imágenes del desierto chileno de Atacama cubierto por verdaderas praderas de camisetas, tejanos o chaquetas son ya, lamentablemente, icónicas. De la misma forma que lo son las montañas textiles de Ghana o las de los brazos gigantes, como arañas, de tejidos embarrancados en las playas del hemisferio sur. Esos millones de toneladas de ropa se van descomponiendo lentamente y, por procesos de lixiviación, emanan gases tóxicos para las personas que hurgan en las pilas de deshechos y acaban convirtiéndose en gases de efecto invernadero.

“Como la ropa que se fabrica y que compramos es cada vez de peor calidad, se puede recuperar cada vez menos”, lamenta Gema Gómez, directora ejecutiva de Slow Fashion Next, una plataforma pionera de formación en moda, sostenibilidad y negocio.  Reciclar una prenda, explica, requiere un trabajo manual de retirado de botones y cremalleras, para empezar, lo que complica y encarece el proceso de recuperación.

Además, señala, “a menudo [las prendas] contienen mezcla de fibras, como algodón y poliéster, lo que hace que no se reciclen porque resulta muy costosa la separación de materiales.

La industria de la moda es la cuarta causa de presión ambiental del planeta, después de la alimentación, la vivienda y el transporte, debido al consumo acuciante de recursos que realiza.

Por ejemplo, para producir una camiseta de algodón se necesitan unos 2.700 litros de agua, la misma cantidad que bebe una persona en 2,5 años. Y, por si todo esto fuera poco, la ONU señala que es la segunda industria más contaminante del planeta.

Una producción que no para de crecer
 

Actualmente, se producen unos 109 millones de toneladas anuales de material textil, de las cuales 32 millones proceden de plantas, como el algodón o el bambú; 7 millones de fuentes animales, como la lana; y 1,7 millones de fibras celulósicas, como el liocel. Se llevan la palma las fibras sintéticas, como elastano, vinilo, acrílico, obtenidos a partir del petróleo, que suponen un 68,2 % del total fabricado. De estas, el poliéster es la más utilizada, con 57,1 millones de toneladas, según recoge la organización Fibershed.

“En los años 70 y 80, la mayoría de las fibras usadas para la ropa eran naturales. En el año 2000 ya se igualó el consumo de estas y el de poliéster, mientras que ahora dos tercios del total son sintéticas”, resume Ethel Eljarrat, investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) y organizadora de las jornadas sobre contaminación por plásticos, Plastic’2022, centradas en la industria textil.

El motivo por el que las empresas optan cada vez más por el poliéster es que “es mucho más barato” que las fibras naturales, apunta la científica. Eso explica en buena medida por qué entre el año 2000 y 2020 se duplicó su producción, de acuerdo con el informe Fossil Fashion, de la fundación Changing Markets, lo que, a su vez, contribuyó al gran auge del fast fashion y recientemente del ultra fast fashion, prendas tan baratas que permiten cambiar de armario casi cada pocos días.

“Las fibras sintéticas son las que han abierto la puerta al sobreconsumo de la moda. Con otros materiales, sería impensable”, señala Gómez, que alerta de que, además, ahora con la compra de ropa de poliéster “estamos financiando la guerra de Ucrania”. Esta experta en sostenibilidad explica que las dos fábricas mundiales principales de poliéster están ubicadas en China e India, que importan petróleo ruso para fabricarlo. “De las principales 50 marcas que hacen ropa de poliéster, 39 compran en alguna de esas dos fábricas”, afirma.

 

«Dicen que tienes veneno en la piel»

El problema de usar poliéster no es solo que procede de un combustible fósil altamente contaminante, sino que, además, para tratarlo y darle las propiedades deseadas a los polímeros de plástico que lo componen se les debe someter a una serie de procesos en los que se emplean una gran cantidad de sustancias químicas.
 

De hecho, “se asocian más de 10.000 aditivos químicos a la ropa, de los que 2.400 generan preocupación por temas de salud y 60 de los cuales ya se ha demostrado en estudios científicos que son bastante dañinos, con capacidad para causar problemas de tiroides, cáncer, diabetes o infertilidad”, resalta Eljarrat.

Si bien las fibras sintéticas son las que contienen más de estas sustancias como tintes, metales pesados, ftalatos, bisfenoles, filtros solares o sustancias perfluoradas —que pueden representar más del 50 % de su peso—, también los tejidos naturales las contienen, aunque en una proporción muy inferior. “Un kilo de poliéster contiene hasta 580 aditivos químicos”, asegura Gómez.

En este sentido, la Universidad Rovira i Virgili realizó un estudio que concluye que el uso continuado de prendas de vestir fabricadas con poliéster podría resultar peligroso para la salud. Para ello, analizaron la composición de 150 prendas de distinto origen, procedencia y marca; constataron que muchas contenían metales que al estar en contacto con la piel podían resultar tóxicos. El caso más preocupante era el de las camisetas para running o fútbol, en las que hallaron antimonio, una sustancia que se usa como catalizador para fabricar las fibras de poliéster y que puede quedar impregnado en ellas. En contacto frecuente con la piel, puede provocar irritaciones, alergias, ser absorbido por el organismo y ocasionar problemas de salud serios.

Otro estudio en EE UU  analizó 77 prendas de bebé de distintas tiendas y halló BPA o bisfenol A, una sustancia química industrial usada para fabricar ciertos plásticos, considerada un potente disruptor hormonal, en el 82 % de las muestras. Estaba más presente en los tejidos sintéticos y era más abundante en los calcetines, que los bebés suelen chupar y meterse en la boca. El estudio estimaba que a través de la ropa los niños estaban expuestos a 7,20 nanogramos por kilo de peso y día, cuando las recomendaciones de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria señalan que el máximo tolerable es de 0,04 nanogramos por kilo de peso y día.

“A diferencia de la alimentación, en la ropa no se controlan los productos químicos que se utilizan y no tenemos conciencia, como sociedad, de que aquello que llevamos encima puede permear a través de la piel y pasar a la sangre”, destaca Gómez, que recuerda que desde hace años distintos sectores de la sociedad reclaman que se legisle para que las empresas textiles estén obligadas a poner en la etiqueta todo lo que la prenda contiene.

Microplásticos en todas partes

El problema de la contaminación por compuestos químicos se agrava aún más en el caso de las fibras sintéticas porque se fragmentan en pedazos muy pequeños. Se estima que unos 0,5 millones de toneladas de microfibras, tanto naturales como sintéticas, acaban en mares, océanos y ríos cada año.
 
En el caso de aquellas procedentes de tejidos como el poliéster se consideran microplásticos y son capaces de atraer y acumular las sustancias tóxicas presentes en el medio marino y de transportarlas a largas distancias. Una vez en el mar, los microplásticos se fragmentan en pedazos más pequeños, por la acción de la luz solar y del oleaje, y se van transformando en nanoplásticos, que tienen aún más capacidad de penetrar en el organismo e incluso en las células.
 
FOTOGRAFÍA DE ALEXANDER STEIN, JOKER/ULLSTEIN BILD/GETTY IMAGES

Tanto unos como otros son irrecuperables del medio ambiente. Son ingeridos por la fauna marina, que los confunden con el plancton, y se acumulan en sus tejidos y órganos a lo largo de su vida, lo que les provoca toxicidad crónica. “Se los comen los peces y nosotros nos comemos a los peces y, por tanto, ingerimos todos esos microplásticos acumulados”, destaca Eljarrat.

Según el informe Nature of Fashion, se calcula que hay unos 900 microplásticos por cada metro cuadrado de tejido sintético. Esas microfibras se desprenden al lavar la ropa en la lavadora —se estima que cada vez que ponemos una lavadora se generan cerca de 2.000 fibras de plásticos— y también al secarla en la secadora. Un estudio reciente concluía que una sola secadora liberaba hasta 120 millones de microfibras anuales.   

Los microplásticos procedentes de la industria textil suponen un tercio de los que contaminan el medio marino. Aunque en teoría en occidente las aguas residuales se tratan en estaciones depuradoras, parte de esos microplásticos se cuelan hacia el mar. Otra parte queda retenida en los fangos de la depuradora, y esos residuos luego se usan como abono en tierras agrícolas. “Estamos esparciendo microplásticos por todos lados y afectando a otros sectores”, denuncia Eljarrat.

La exposición a esos microplasticos y a las sustancias químicas que contienen afectan a la salud humana. Actúan como disruptores hormonales e incluso en concentraciones bajas pueden ocasionar mutaciones a escala celular graves. “Se han encontrado microplásticos en heces humanas, en la leche materna, incluso en la placenta. Estamos expuestos a ellos incluso antes de nacer”, se lamenta Eljarrat.

Pero no solo estamos expuestos al ingerirlos, también los inhalamos. En el IDAEA-CSIC acaban de comenzar una investigación en este sentido. “De momento, vamos viendo que de todas las partículas del aire que recogemos en ambientes interiores, como casa, transporte, oficina, hallamos una concentración de compuestos tóxicos en suspensión, dentro de los cuales destacan los microplásticos de las fibras textiles”, apunta Eljarrat.

Fuente: SINC.

<#4> #AlRitmoDeLaCiencia | Salud Mental y Adicciones

En TEC creemos que la música y la ciencia comparten una misma esencia: ambas buscan explorar y comprender el mundo que nos rodea. Por eso, queremos invitarte a sumergirte en esta doble experiencia de conocimiento y creatividad.

«Al Ritmo de la Ciencia» es nuestra sección donde podrás encontrar una columna informativa junto a una playlist en Spotify, que promueven la reflexión sobre diversos temas científicos, tecnológicos y sus fenómenos culturales.


No va más

Por SadoAmper

La música poseé un poder único para transmitir emociones y contar historias, y en el contexto de las adicciones, puede ser tanto una forma de expresión como una herramienta de sanación para aquellos que luchan contra ellas. A través de estas composiciones, podremos explorar las experiencias, los desafíos y las reflexiones asociadas a las adicciones de una manera conmovedora y auténtica. En esta ocasión, queremos compartir con vos algunas de las canciones más emblemáticas que exploran la fascinante relación entre la música y el mundo de las adicciones.

Sin embargo, también es importante reconocer que en el mundo de la música existen casos trágicos que han puesto de manifiesto los riesgos y las consecuencias de las adicciones. Un ejemplo notable es el fenómeno conocido como el «Club de los 27», una lista informal de músicos, artistas y celebridades que fallecieron a la edad de 27 años. Aunque la existencia de un patrón estadístico preciso ha sido refutada por investigaciones científicas, es innegable que esta lista documenta las muertes de personas destacadas, muchas de las cuales llevaban estilos de vida arriesgados.

Imágenes: Wehearit

Brian Jones, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison partieron de este mundo a la temprana edad de 27 años, entre los años 1969 y 1971. Esta curiosa coincidencia generó comentarios en su momento, aunque no fue hasta la trágica muerte de Kurt Cobain en 1994, también a los 27 años, cuando la idea de un distinguido «Club de los 27» comenzó a captar la atención del público. Es importante mencionar que Robert Johnson, renombrado músico de blues, quien falleció en 1938, fue uno de los primeros en ser incluido en las listas que conforman este selecto club de artistas.

«Spoonful« es una canción del género blues, originalmente escrita por el músico y compositor Willie Dixon y grabada por primera vez por el legendario intérprete Howlin’ Wolf. La misma fue lanzada en junio de 1960 a través de la discográfica Chess Records, la expresión «Spoonful» (cucharada) a menudo se relaciona con placeres como las drogas, el alcohol, el sexo y el amor.

Imagen: Pinterest

«Lithium» es una canción icónica de la banda de rock Nirvana, lanzada en 1992 como parte de su aclamado álbum «Nevermind». Escrita por el líder de la banda, Kurt Cobain, la canción aborda temas de la depresión, la bipolaridad y la lucha personal. La letra explora la idea de utilizar el litio, un medicamento utilizado para tratar los trastornos bipolares, como una metáfora para la búsqueda de estabilidad emocional y la lucha contra los altibajos mentales. Cabe resaltar que el autor nunca llegó a hacer un tratamiento de rehabilitación. Su destino final es conocido, se pegó un tiro en la cabeza. Tampoco esto fue la solución para Amy Winehouse, quien escribió «Rehab«, una canción que refleja los problemas de adicción de la cantante y su experiencia en un centro de rehabilitación, a pesar del intento de sanación, la bella Amy tuvo el mismo destino: la muerte a causa de una sobredosis.

A continuación te sugerimos estas canciones: Hurt« Nine Inch Nails (interpretada también por Johnny Cash); «Under the Bridge» – Red Hot Chili Peppers; «The Man Who Sold the World» – David Bowie, entre tantas otras, son todas canciones  que exploran la autodestrucción, el dolor emocional y la lucha contra las adicciones.

Si bien hasta el momento nuestra lista recorre canciones que están relacionadas con el consumo de drogas y sus consecuencias, queremos dejar en claro que la salud mental está definida como la capacidad de reconocer y entender los padecimientos mentales como un primer paso para romper con estereotipos y falsas creencias, superando así los prejuicios y la estigmatización hacia las personas con enfermedad mental. Vamos con algunas de las canciones más representativas.

La música nos ofrece un refugio para explorar la complejidad de la mente humana. En «Mr. Brightside» de The Killers se expresan los sentimientos de celos y paranoia. En «Swimming Pools (Drank)» de Kendrick Lamar, el alcohol se convierte en un mecanismo de escape. «Eleanor Rigby» de The Beatles retrata la soledad y el aislamiento, de paso te invitamos a disfrutar del hermoso video lanzado en conmemoración por los 50 años de esta canción. Por su parte, «Creep» de Radiohead revela estados mentales de inseguridad y baja autoestima. Estas canciones nos invitan a comprender y apoyar la salud mental, proporcionando un espacio para la sanación.

«Preso en mi Ciudad«, «Nuestro Amo Juega al Esclavo» o «Toxi Taxi«; Son todas canciones compuestas por los Redondos de Ricota  que están instaladas en el acervo popular como una crítica la sociedad de consumo y que  hacen referencia a los excesos y la alienación que puede surgir a través del consumo de drogas. Tan solo mencionamos estás dado que  lista es interminable y este disparador es simplemente un intento por abordar unos de los conflictos que atraviesa la humanidad en estos días. En definitiva como diría Gustavo Cerati “Pruébame y verás que todos somos adictos”.

Acá te dejamos la playlist completa

Bonus Track: Como siempre te proponemos que practiques tu “dimensión aural” en tus viajes en colectivo, taxi, auto o cualquier tipo de medio de locomoción. Esta vez te invitamos a que leas  «El jugador», una novela escrita por el aclamado autor ruso Fyodor Dostoyevski. Fue publicada por primera vez en 1866 y se considera una de las obras maestras de la literatura. Dicen que el pobre Fyodor escribió la misma escapando de sus acreedores a causa de sus deudas por el juego.

Para agregarle picante rockeala con este temita de Turf que va en sintonía.

Parece que se avecina una semana de lluvias, lo cual puede ser una oportunidad perfecta para disfrutar de una película. Una opción interesante que combina la participación de Richard Dreyfuss y las carreras de caballos es «Let It Ride» (1989). En esta divertida comedia, Dreyfuss interpreta a Jay Trotter, un hombre común que trabaja como conductor de autobús y es un apasionado de las carreras de caballos. La historia se desarrolla en un solo día, cuando Jay Trotter decide apostar todo su dinero en un boleto y se embarca en una emocionante serie de apuestas durante diferentes carreras. Con su actuación carismática, el actor nos lleva a través de una experiencia llena de risas y emoción mientras exploramos el mundo de las carreras de caballos. ¡Es una película ideal para disfrutar en una tarde lluviosa! Valdivieso viejo nomás.

Por último, si tenes ganas de escuchar un buen cuento, te sugerimos “La mujer que juega a la quiniela”, de Roberto Arlt, en Aguafuertes Porteñas

 ¡Ya está! ¡Ya fué! ¡No va, mássssss!


⇒ Leé la tercera entrega de esta sección y escuchá la playlist: acá ⇐