¿Por qué las abejas son indispensables para la vida humana?

POR Nadia Chiaramoni* para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Las variaciones en las poblaciones de estos insectos pueden afectar a la vida cotidiana de manera drástica. La forma en la que se deben evitar desequilibrios ecológicos.

Cuando se piensa en abejas aparece la imagen de la colmena poblada de individuos con características y roles específicos. Aunque al ojo humano las reinas, las obreras y los zánganos, parezcan lo mismo, la realidad es que no lo son. De hecho, la heterogeneidad es mucho mayor. Para hacerse una idea existen más de 20 mil especies que se encuentran distribuidas en todos los continentes, con excepción de la Antártida. Constituyen un universo tan particular como atractivo; por este motivo, para poder aprender más sobre el modo en que se socializan estos animales y lo fundamentales que son en la vida humana, la Agencia de noticias científicas de la Universidad Nacional de Quilmes conversó con Mariano Lucia, investigador del Conicet de la División Entomología de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata.

La casa no es solo la colmena

“Cuando pensamos en abejas, siempre tenemos la imagen de una colmena y miel; de una sociedad: reina, obrera y zánganos que cumplen diferentes funciones, pero en realidad las abejas son mucho más que eso”, explica Lucia.  A nivel mundial, existen aproximadamente 20 mil especies y en Argentina cerca de 1.100. Incluso hay diferentes grados de sociabilidad: cerca del ochenta por ciento de las especies del planeta son solitarias, un diez por ciento son sociales y las restantes son parásitas. Si bien se observan abejas por todos lados, no es tan fácil localizar su colmena. En esta línea, ¿dónde habitan? Lucia cuenta que estos insectos utilizan varios sustratos para hacer sus nidos: alrededor del setenta por ciento nidifica en el suelo o bajo tierra. También pueden utilizar madera en descomposición o material vegetal. “La típica colmena no es el único lugar donde se suelen encontrar”, expresa.

“Las abejas cumplen un rol fundamental en la naturaleza como polinizadoras, tanto de plantas cultivadas como naturales. Las adultas se alimentan de néctar, pero sus larvas comen polen también. Entonces, al ir a buscar estos componentes a las flores, pueden distribuirlos”, cuenta. El científico relata que, en este marco, su investigación se focaliza en la cría de una abeja carpintera: la Xylocopa augusti. Si bien este insecto naturalmente construye su nido en árboles, Lucia y compañía las crían en entrenudos de caña, facilitando su transporte a ciertos cultivos. De esta forma es posible que ejerzan su acción como agentes polinizadores.

Evitar que disminuya su cantidad

Hay varios factores que pueden afectar a las poblaciones de abejas. Los principales se vinculan con las modificaciones del ambiente natural, en la medida en que esto impacta en los lugares donde nidifican. “La expansión de la frontera agrícola y la simplificación del ambiente da lugar a poca variedad de plantas para utilizar como recursos a sus crías”, destaca Lucia. El calentamiento global también perjudica a las abejas: “Hay varios estudios que se están haciendo para saber cuales son las temperaturas críticas máximas y mínimas que soportan y saber, de este modo, como se afectarán a futuro”. Es importante mantener la población de estos insectos estable porque, junto con otros como dípteros o coleópteros, son los encargados del transporte del polen de una flor a otra.

Hace varios años disminuyó la población de abejas en Estados Unidos y Europa y este fenómeno hizo surgir el interrogante: ¿Qué pasa si la población de estos insectos se modifica? Según Lucia habrá, sin dudas, un desequilibrio a nivel ecológico. Esto es debido a la importancia del rol como polinizadores: son los principales transportadores de polen en plantas cultivadas, es decir, fuente de alimentos para los seres humanos. Para evitar disminuciones en la cantidad, el especialista señala que todas las personas pueden ayudar. Se pueden crear varios sitios de nidificación: tallos de árboles, troncos y suelo desnudo. También es beneficiosa la siembra de una variedad de plantas nativas, con el objetivo de presentar una heterogeneidad de alimentos que las abejas puedan brindar a sus crías. Incluso: se puede contribuir a mantener estable a la población de abejas simplemente embelleciendo nuestro jardín. “Hay que cuidarlas, porque son indispensables”, remata Lucia.

*Licenciada en biotecnología. Doctora con mención en ciencias básicas y aplicadas.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 

Foto: National Geographic.

¿Cómo le explico Darwin a mi hija?

POR Santiago Ginnobili* para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Con esa motivación, el docente e investigador de la UNQ Santiago Ginnobili escribió el libro Una gran familia, que acaba de publicarse.

A comienzos del 2020, en medio del insomnio que muchos tuvimos a comienzos de la pandemia, luego de haber estado charlando antes del sueño con mi hija Helena, que en ese momento tenía 6 años, me presenté el siguiente desafío. ¿Es posible explicar las ideas de Darwin a un niño o niña de esa edad? Y eso me llevó a la siguiente pregunta ¿cuál de las ideas de Darwin sería interesante contarle? Y, fundamentalmente, ¿para qué?

Hay dos cuestiones interesantes que surgen al intentar responder esas preguntas. Por una parte, mucho de los datos de lo que hoy sabemos de biología evolutiva que podemos contarles a niños o niñas de 6 años, ya no van a aceptarse cuando sean adultos. Y por supuesto, si bien las ideas generales darwinianas tienen plena vigencia, muchos de los datos que Darwin tenía a disposición, hoy nos resultan absolutamente equivocados (Darwin es el primer darwiniano, no podría ser de otro modo). Pero fundamentalmente, ¿de qué sirve contarle datos a niños o niñas? Los libros que presentan curiosidades sobre animales (muchas veces con el formato Guinness de presentar los animales más raros, más rápidos, más pesados, más fuertes) son divertidos, les gustan a niños y niñas, pero ¿cuál es la función de ese modo de comunicar la ciencia? Tal vez, generan algo de curiosidad sobre el área, pero no es eso lo que yo quería hacer.

Si tengo que contar lo más importante que hizo Darwin, tal vez por deformación profesional, no me puedo centrar en sus descubrimientos específicos (que son muchos) sino en cómo inauguró o ayudó a consolidar un nuevo modo de pensar. La revolución copernicana y la revolución darwiniana no sólo modificaron lo que sabemos acerca del mundo, sino que modificaron, además, el modo en que se hace ciencia y nuestra concepción del conocimiento mismo.

Me dio la sensación, esa noche de insomnio, que si bien la discusión filosófica al respecto de las consecuencias de las revoluciones es compleja y abstrusa, la concepción de que la verdad no se encuentra en el pasado, sino, en todo caso, en el futuro, y que la labor científica más vital es la formación de recursos que, si tenemos éxito, nos van a superar, esa sí es una actitud que se puede contagiar a un niño o a una niña. En definitiva, refleja la actitud natural curiosa y dispuesta al aprendizaje que ya tienen. La actitud darwiniana de preguntar osadamente (y también peligrosamente), de estar volcado no al respeto por la verdad revelada, sino a la esperanza en la capacidad de las generaciones futuras, es lo que quería subrayar, fortalecer, celebrar. No sólo en el niño o niña, sino también, en el adulto o adulta que les lee.

Hacía poco le había leído a Helena la versión de Alicia en el país de las maravillas que Lewis Caroll hizo para niños y niñas: Alicia para los pequeños. Le había encantado. La versión es más sencilla, pero por sobre todo, está escrita en segunda persona.

Por una parte, eso interpelaba todo el tiempo a la niña o niño, volviéndolo parte de la historia. Pero además, el libro parece concebido para ser leído a niñas y niños pequeños, de modo que también el adulto lector se volvía parte de la historia. Esta estrategia, entonces, permitía enfocarme en la naturaleza del conocimiento y el modo de transmisión, y poner al adulto que lee, al que está contando la historia y transmitiendo el conocimiento, en una posición específica, que no implicaba adoctrinar, sino ayudar a pensar, brindar herramientas para alguien que va a terminar pensando mejor que él, que lo va a superar, y que en definitiva, es el que tiene el poder de tomar o no las ideas que está escuchando. Y sí, así de calculadores podemos ser los que estudiamos filosofía, todo el tiempo pensando y repensando las cosas.

Y cuál podría ser el vehículo para transmitir esa actitud, sino la idea más bella. No la más bella que se le ocurrió a Darwin… la más bella en general. La idea de que toda la vida en la Tierra está emparentada. La idea de que constituimos una gran familia. Explicar la selección natural a una niña de 6 años es más difícil, porque, si bien la teoría es sencilla, el problema que la selección natural soluciona, cómo es que los organismos adquieren rasgos que cumplen con ciertas funciones vitales, es difícil de entender. Que la vida en la Tierra está emparentada, en cambio, es algo hermoso, y además, seguramente, compatible con el modo en que se sienten de modo natural frente a los animales.

Me imagine a Darwin contándoles sus ideas a sus propios hijos e hijas, de noche, en ese diálogo íntimo que se forma antes del sueño, y que acababa de tener con mi hija, y empecé a escribir. En un par de noches ya tenía un borrador. Se lo leí a mi hija, se los pasé a amigos y amigas, y familiares, que me hicieron comentarios, lo modifiqué. La suerte hizo que el texto llegue a manos de Ileana Lotersztain y Carla Baredes, que son las fundadoras de la editorial Iamiqué. Y les gustó. Claro, yo no soy especialista en escribir cosas para chicos. Ellas tomaron el texto y en un ida y vuelta de unos meses lo mejoraron, me ayudaron a quitarle lo que no era necesario y a agregarle lo que era importante. Y porque entendieron casi mejor que yo el proyecto, encontraron un ilustrador que permitía reflejar el objetivo del texto de manera magistral. Sus dibujos tienen la precisión del naturalista, pero son locos, divertidos, estimulan la imaginación, dan ganas de jugar, de pensar, de perderse en los detalles (un poco como los de John Tenniel de Alicia…). Los dibujos de Guido llevaron el texto a un lugar al que no pensé que podría llegar. Lo volvieron parte de una obra bella.

Es incómodo halagar algo propio, pero es menos difícil cuando se trata de algo que surgió de un trabajo en colaboración, y este libro lo es. Espero que todo el amor que pusimos en su elaboración pueda inspirar el amor y el respeto por la naturaleza, por la ciencia, por Darwin y los darwinianos del pasado, del presente, pero por sobre todo, por los que están por venir.

*Docente e investigador de la UNQ y el CONICET.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 
Ilustración: Guido Ferro para el libro “Una gran familia”, de ediciones Iamiqué.

Ciencia Anti Fake News: dos años de lucha contra la infodemia

Por Luciana Mazzini Puga* para  AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

El equipo nació en marzo de 2020 con el fin de combatir la desinformación generada alrededor del coronavirus. Actualmente buscan expandirse hacia otras temáticas.

En marzo de 2020, en paralelo a la propagación del nuevo coronavirus, comenzaron a circular las primeras fake news y las prácticas de desinformación se multiplicaron. Individuos que no eran epidemiólogos, inmunólogos ni virólogos, se paseaban por los estudios de televisión y de radio para opinar con una aparente seguridad de un fenómeno sin precedentes: la pandemia de la Covid-19. En este contexto, surgió “Ciencia Anti Fake News”, un proyecto autogestivo realizado por científicos y científicas del Conicet dedicado a chequear y combatir las noticias falsas. En un nuevo aniversario, este espacio busca dar lucha a nuevas fake news vinculadas a otras temáticas.

Con la vacunación masiva, la intensidad del trabajo del equipo bajó. “El contexto cambió respecto del 2020 y es más difícil instalar noticias falsas porque los resultados se están viendo”, señala Soledad Gori, investigadora del Conicet e integrante de Ciencia Anti Fake News. En este marco, el equipo busca actualmente expandirse a otros horizontes: por ejemplo, han emitido contenido en vivo en Instagram junto a especialistas en chagas, o bien, realizado encuestas con respecto al dengue y a otras problemáticas de interés sanitario. En este sentido, Gori comenta: “Queremos crecer en temas que no sean únicamente de nuestra área de conocimiento. Por ejemplo, hubo fake news alrededor de Rusia y el reactor nuclear de Ucrania, entonces podríamos llamar a alguien de la Comisión Nacional de Energía Atómica y hablar con esa persona”. Y asevera: “El objetivo es el mismo, atacar la desinformación”.

Los orígenes
“Nacimos de una urgencia y una necesidad social”, cuenta Soledad Gori, quien también se desempeña como bióloga. Ante la difusión de cadenas en WhatsApp, Facebook e información no chequeada en los medios, el conjunto de científicos y científicas buscó “evidencia tras evidencia” contrarrestar la desinformación y “llevar la ciencia a las casas”. Para esto, el equipo se organizó en tres comisiones. El primer grupo se dedicó a la relevación de noticias falsas o tergiversadas, el segundo se encargó de la evaluación bibliográfica (es decir, combatir la información no chequeada con evidencia científica) y la última comisión “traducía” esto a un lenguaje coloquial. “Queríamos que nuestro contenido lo entendieran todos y todas”, afirma Gori.

Los integrantes, en su mayoría profesionales de la salud, notaron la necesidad de sumar a expertos del campo social. María Victoria Ennis, periodista científica y otra integrante de Ciencia Anti Fake News, narra las inquietudes que surgieron: cómo se comportan los individuos en una pandemia, qué costumbres tienen, cuáles son sus miedos, cómo podemos ayudarlos y, en particular, cómo es posible que las fake news impacten “tanto” en la gente. Además, cuenta que uno de los desafíos a la hora de desmentir fue “prestar atención a qué incluíamos y qué excluíamos porque brindar demasiada información técnica puede confundir y abrumar. Entonces, en vez de ofrecer una solución, terminás siendo parte del problema”.

En un principio, el equipo realizaba entre cinco y siete chequeos por semana que eran publicados en la plataforma “Confiar”, desarrollada por la Agencia Nacional de Noticias Télam. Además de fake news desmentidas con datos científicos e información confiable sobre el Covid-19, el sitio web ofrece una caja de herramientas pensada para que las personas puedan chequear datos por su cuenta antes de difundirlos. Ennis manifiesta que el trabajo interdisciplinario entre la ciencia y el periodismo fue enriquecedor. “Un ejemplo es la sección ‘verdadero o falso’ que propusieron los periodistas. Es un juego pero en la ciencia a veces no es ‘verdadero o falso’ sino es ‘se está estudiando’. Entonces, las científicas plantearon una tercera opción: ‘apresurado’”, señala la periodista.

En el artículo “La experiencia de Ciencia Anti Fake News: cómo combatir mentiras del tamaño de una pandemia”, el equipo muestra las cinco fake news más virales que desmintieron: el coronavirus fue creado en un laboratorio, el dióxido de cloro es un tratamiento para Covid-19, las vacunas pueden cambiar el ADN y generar cáncer, no se puede tomar alcohol en los 42 días posteriores a la aplicación de la Sputnik V y, por último, un 30% de las personas inmunizadas con dicha dosis tuvieron efectos adversos.

*Licenciada en Comunicación Social e investigadora de la ficción en la televisión estatal (UNQ).

Fuente y foto: Agencia de Noticias Científicas UNQ