Inteligencia artificial: ¿para qué sirve el aprendizaje automático?

POR Nadia Chiaramoni* para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Los humanos entrenan computadoras para que realicen actividades de manera automatizada. Sin embargo, ¿cómo aprenden las máquinas? Las aplicaciones biomédicas que podrían revolucionar el campo de la salud.

Gracias al avance de la informática, la inteligencia artificial y el aprendizaje automático llegaron para quedarse. ¿Cuáles son las ventajas y las aplicaciones actuales? Lo que comúnmente se conoce como “deep learning” o “aprendizaje automático” remiten a un conjunto de técnicas, una familia de algoritmos que enseñan a las computadoras a hacer una tarea determinada. “Es un aprendizaje diferente al que realizan los seres humanos: si yo le digo a un niño ‘esto es amarillo’ tres o cuatro veces, ya lo entiende y lo aprende. En cambio, la computadora es probable que necesite unos cientos de miles de ejemplos, es un aprendizaje estadístico”, explica a la Agencia de noticias científicas de la UNQ, Emmanuel Iarussi, ingeniero en informática, Investigador del Conicet del Laboratorio de Inteligencia Artificial de la Universidad Torcuato Di Tella.

Resulta que si hay una gran base de datos, la computadora aprende a ver patrones o tendencias. Hay diferencias respecto de lo que se conoce como programación clásica. El científico explica que cuando se programa, es necesario aclarar metódicamente cada paso para que se termine realizando la tarea necesaria. “En aprendizaje automático se da vuelta eso: se le muestra al algoritmo diferentes etiquetas y se le pide que lo aprenda”, amplía. Un ejemplo sería indicar como etiquetas imágenes de perros y gatos: luego de escanear millones de imágenes, la computadora puede reconocer estos rótulos en otras fotografías que nunca antes vio. Iarussi aclara que computacionalmente es muy caro porque hay que repetirlo numerosas veces.

El aprendizaje automático utiliza algunas técnicas que se conocen desde hace tiempo pero que explotaron en el presente por dos cuestiones fundamentales. Por un lado, existe un gran número de datos; internet y las computadoras incrementaron notablemente esta disponibilidad, algo que en los años 90 era impensado. Por otro, en la actualidad se cuenta con el hardware para manejar toda esta información ya que los algoritmos de aprendizaje automático son muy demandantes.

Algoritmos por todos lados: tontos y poderosos

Hoy en día los algoritmos de aprendizaje automático ya forman parte de la vida cotidiana. Un ejemplo de esto son los sistemas de recomendación de las plataformas de entretenimiento: el algoritmo aprende de miles y miles de usuarios con determinadas características hasta que finalmente sabe qué películas o series prefiere y puede sugerir a los demás consumidores. Esto es algo relativamente simple, se pueden realizar tareas más complejas, por ejemplo, lo que se conoce como “deep fake”. En este tipo de tarea se predice cómo va a ser un video de una persona diciendo algo. Iarussi aclara, entre risas, que el problema es que “¡funciona muy bien!”. Existen millones de videos de personas hablándole a una cámara: si se separa el audio y se entrena al algoritmo para que diga una frase determinada, el resultado es un video muy real de una persona diciendo algo que no ocurrió en la realidad. Las implicancias de esto son inimaginables, se puede poner en boca de personas frases que nunca dijeron y esto es sumamente creíble.

Los algoritmos de aprendizaje automático están incluidos dentro de lo que se conoce como inteligencia artificial. Para Iarussi, “la inteligencia artificial es aspiracional, suena como una entidad casi humana y la realidad es que estamos muy lejos de eso. Vemos cosas sorprendentes, pero no tienen la capacidad de hacer cosas que hacemos los seres humanos”. Y brinda un ejemplo: “Una red neuronal que yo entreno para una determinada tarea no suele ser buena para otra. En cambio, las personas tenemos la capacidad de realizar múltiples trabajos”. Incluso, el investigador del Conicet explica que, a veces, los algoritmos suelen ser “tontos”, ya que cuando los datos no se presentan de manera similar a la aprendida, no pueden realizar la labor solicitada. “Una verdadera inteligencia artificial debería hacer muchas cosas a la vez con la misma estructura”, remata.

Todas estas aplicaciones vienen en “cajas negras” y se les otorga un poder, por momentos, excesivo. Incluso, a veces se usan algoritmos para efectuar descartes en búsquedas laborales. “Si llegan dos mil curriculum vitae, para realizar la selección más rápida se descartan varios mediante un algoritmo que se entrena con los datos de los empleados que ya se que les fue bien dentro de la empresa. Ahorra trabajo, pero es bastante oscuro el rechazo que se produce. Hay características más allá de los datos que un algoritmo no puede censar y toda esa dimensión queda por fuera”, detalla.

“A mi me gusta pensar a estas técnicas como una herramienta que aumente las capacidades, no como un reemplazo. Estas metodologías empoderan, generan una revolución similar a la que en su momento habrá generado la fotografía”, reflexiona.

La revolución biomédica

Usualmente las moléculas interaccionan entre sí y reaccionan gracias a su estructura; es una especie de juego de encastre a nivel submicroscópico. Se sabe que el comportamiento de las proteínas está determinado por su forma y es por ello que la empresa “DeepMInd”, propiedad de Google, desarrolló “Alphafold”. Este programa es un conjunto de algoritmos que realiza predicciones de la geometría espacial de las proteínas gracias al aprendizaje automático. “Es una gran base de datos de proteínas que puede predecir estructuras con mucha precisión. No se puede escribir algoritmos infinitamente complejos, pero gracias a las bases de datos se puede hacer que se aprendan tareas automáticas”, cuenta Iarussi.

El científico se entusiasma al momento de compartir algunas de sus investigaciones: “Nos contactaron especialistas que precisaban contar y diferenciar rápidamente células muertas y vivas en cultivos de cáncer de mama”. Para ello, consiguieron entrenar un algoritmo para volverlo capaz de diferenciar en imágenes de microscopías: “Ayudamos a resolver esa tarea y les pudimos dar alguna herramienta a los especialistas”.

El equipo de Iarussi también estudia la aplicación de algoritmos de generación de geometría. Un ejemplo de ello es la tomografía ósea computada, que reconstruye la geometría de los huesos, pero a muy baja resolución. “No alcanza para generar modelo 3D del hueso”, explica. Lo que se hace es entrenar un algoritmo mediante huesos escaneados a muy alta resolución. Esto no se puede realizar en personas ya que es una técnica que precisa de mucha energía y ocasionaría un daño muy grande. Sin embargo, se pueden realizar escaneos de huesos ex vivo para entrenar al algoritmo y comparar con la tomografía de baja resolución. “Si bien estamos aún muy lejos de la aplicación directa, las herramientas están mejorando a pasos agigantados”, comenta.

*Licenciada en biotecnología. Doctora con mención en ciencias básicas y aplicadas.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 

Foto: mrinformatica.es

Nomofobia: el terror a vivir sin el celular

POR María Ximena Perez para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Es uno de los miedos de mayor impacto en el siglo XXI. Provoca altos niveles de estrés, frustración, ansiedad y angustia. Estrategias de prevención.

La nomofobia se considera un trastorno del mundo moderno y hace referencia al miedo o la ansiedad extrema de carácter irracional que se origina cuando una persona permanece mucho tiempo sin poder usar su teléfono celular. Esto se extiende a quedarse sin batería, sin cobertura, datos o saldo y, por supuesto, a perder el dispositivo. Al igual que otras fobias, se manifiesta a través de síntomas comunes como el miedo, el nerviosismo o la angustia, pero también con otros como taquicardias, dolor de cabeza, dolor de estómago o pensamientos obsesivos.

Quienes sufren nomofobia están continuamente pendientes de su teléfono móvil, hasta el punto de abandonar otras facetas de su vida diaria, incluso las relaciones familiares, de pareja y, en general, cualquier otro aspecto de la vida que podría requerir de atención. Por ejemplo, el nomofóbico puede llegar a evitar viajar o acudir a zonas en las que la cobertura puede ser deficiente, porque eso supondría su “desconexión”. O bien, puede eludir ir a lugares en los que no disponga de una fuente de electricidad cercana en la que poder conectar su dispositivo, por miedo a quedarse sin batería. Otro efecto dañino se produce a través del insomnio. Algunos llegan al punto de alterar su sueño hasta despertarse en innumerables ocasiones durante la noche, con el fin de comprobar que siguen disponiendo de conexión y consultar actualizaciones en sus redes sociales.

¿Cuáles son las causas?

Las causas de la nomofobia suelen ser bastante evidentes. Con frecuencia, la adicción a los teléfonos móviles es su principal origen, provocando el miedo a carecer de la falsa fuente de satisfacción que produce la consulta compulsiva del teléfono. Los expertos coinciden en que existen varios factores relacionados con esta patología: la imposibilidad para comunicarse con otros, la pérdida de conexión, la incapacidad de acceder a la información y la renuncia a la comodidad. En ese sentido, quienes padecen este trastorno suelen sentir picos de ansiedad, agobio, miedo y hasta llegan a sentirse paralizados en el caso de no poder comunicarse mediante su celular.

En diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQ, Yago Franco, presidente del Colegio de Psicoanalistas, lo explica así: “La fobia -el temor- a la desconexión tiene que ver con un ideal social, que es una suerte de mandato, de estar permanentemente conectados. Abarca a todas las edades y clases sociales y se profundizó en la pandemia. En ese contexto, no tener el celular significa dejar de existir, perder a los otros, dejar de ser para ellos, ya que el celular devino en el modo privilegiado de comunicación”.

Para Franco, los largos diálogos telefónicos han sido suplantados por conexiones espasmódicas y cada vez más breves: sean escritas o mensajes de voz, o emoticones. En ese sentido, “si no estamos conectados todo el tiempo estamos solos con nosotros mismos, y el diálogo con uno mismo no es nada sencillo en esta época”, asegura. 

 ¿Cómo combatir este miedo?

Algunos especialistas coinciden en que la clave es aprender a controlarse y  desprenderse del móvil de forma gradual, y lograr separar momentos: la noche es para dormir y, por lo tanto, el teléfono debe de estar apagado; del mismo modo, que la cena es para comer y no para estar con el celular.

Sin embargo, para salir de este encierro, Franco dice que “es posible, por un lado, con una reflexión colectiva acerca de esa situación impuesta y autoimpuesta y, por otro lado, recreando modos ya conocidos de lazo con los otros, como el diálogo, sea telefónico, presencial o mediante las cartas que solían enviarse por mail”.

El poder transformador de la tecnología está fuera de toda duda. Sin embargo, entender que la “vida virtual” no es más que una faceta parcial de algo mucho más grande, que es la vida real, también puede ayudar a evitar este trastorno.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 
Foto: bemovil.

Una startup promete revolucionar el trabajo remoto apoyada en Blockchain y Web3

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Franco Di Stefano
y Gustavo Zach son dos jóvenes emprendedores misioneros que, luego de observar el auge del empleo remoto como consecuencia de la pandemia de COVID-19, fundaron Bull Project, una
startup que ofrece servicios para agilizar los procesos de búsqueda de talentos de cualquier lugar del mundo, la gestión de sus contratos según estándares locales y el pago de sus honorarios a partir de una única factura mensual emitida por la propia compañía. El componente de innovación de este proyecto fintech es que está basado en tecnologías Web3 y Blockchain para automatizar los pagos de salarios en criptomonedas estables (stablecoins) directamente a la billetera virtual elegida por los colaboradores.

Franco Di Stefano durante la presentación de su empresa ante la aceleradora neerlandesa. (Foto: Bull Project).

Como beneficios, las empresas que adoptan sus servicios ven agilizados sus procesos de selección, contratación de talento remoto (a título propio o subcontratados por Bull Project) y la liquidación de sus salarios, de manera completamente automatizada y descentralizada gracias a la implementación de tecnologías de interfaz Web3 y Blockchain, las cuales aportan un alto nivel de seguridad y trazabilidad.

Para los colaboradores las ventajas están dadas por acceder a la posibilidad de trabajar para cualquier compañía del mundo desde cualquier país, pero con un fuerte enfoque hacia candidatos de Argentina y de América Latina, agilizando su contratación, la certificación de los servicios prestados, la emisión de una única factura y el cobro de sus honorarios en criptomonedas estables transferidas a sus billeteras virtuales y convertibles a la moneda en circulación de cada país.

Esta innovadora empresa fue recientemente seleccionada para ser incubada por Startupbootcamp, una aceleradora de empresas radicada en Países Bajos que les otorgó un primer financiamiento de 15.000 euros para continuar con los desarrollos de la arquitectura informática y la adquisición de la infraestructura necesaria para el funcionamiento óptimo de la plataforma. Paralelamente, la incubadora neerlandesa apoya el crecimiento del negocio a través de servicios de consultoría en modelos financieros, desarrollo tecnológico y de software, marketing y publicidad, entre otros, por un valor de 15.000 euros más.    

Desde TEC entrevistamos a Franco Di Stefano, quien en 2020 con apenas 28 años y viviendo en el Reino Unido, le puso nombre a su visión y fundó Bull Project. A partir de allí comenzó a liderar el desarrollo de una compañía que en el mes de junio enfrentará una rueda de presentación ante inversionistas, en la que prevé obtener financiación para continuar escalando la empresa.        

Una historia forjada desde las ganas de aprender y emprender 

Franco y Gustavo se criaron en la ciudad de Posadas, provincia de Misiones. Se llevan dos años -Franco tiene 32 y Gustavo tiene 34- y se conocieron a través de amigos en común porque “Posadas era una ciudad chica”, contó Franco rememorando su adolescencia durante la primera década del 2000. Luego de finalizar su etapa escolar, Gustavo inició sus estudios y se recibió de abogado. Franco siempre admiró “el espíritu inquieto y emprendedor de Gustavo”, quien siempre compartía con él ideas de nuevos emprendimientos en los que podrían asociarse para iniciar un negocio. 

Sin embargo, Franco se fue a vivir a Córdoba donde también inició sus estudios de abogacía aunque “no me fue bien así que volví a Posadas, donde intenté seguir un año más la carrera y tampoco me fue bien” y agregó: “El estudio no me motivaba porque aún no había descubierto mi vocación”. Fue en ese momento que decidió emprender su búsqueda. El destino lo llevó de viaje a Oceanía con visas de trabajo y vacaciones (working holiday) con las que recorrió primero Nueva Zelanda y luego Australia, donde ingresó a trabajar en una empresa del rubro de la construcción. 

Richard Branson. (Foto: Jochen Siegle/TechShowNetwork).

Allí, gracias a su entusiasmo por aprender y demostrando grandes capacidades, descubrió la administración de proyectos y equipos de trabajo (project management) y estableció un vínculo con el dueño de la empresa. “Era joven igual que yo, me tomó bajo su ala, me enseñó cómo armar un plan empresarial y me explicó la importancia de tener un mentor o asesor de negocios que pueda guiar los pasos de una compañía”, recordó Franco. En la etapa inicial de la constructora, el mentor de quien ahora era su jefe había sido nada más y nada menos que el magnate británico de los negocios Richard Branson, CEO de la corporación Virgin Group. 

Durante los años que trabajó en la empresa constructora, Franco acumuló experiencia en la administración y el desarrollo de negocios, lo que identificó como algo “aplicable a cualquier emprendimiento de bienes o servicios” y que despertó su vocación y sus ganas de continuar trabajando ligado al mundo de las startups

Con esa visión emigró en 2019 al Reino Unido, donde sabía que había un gran potencial para trabajar e incluso fundar una startup y desarrollar un negocio desde cero. A los tres meses, ingresó a trabajar como asistente de la CEO en una startup dedicada al desarrollo de sitios web. “Justo la empresa comenzaba a prepararse para una ronda de presentación ante inversores en la que lograron obtener 16 millones de libras”, precisó Franco y agregó: “Fue en ese lapso donde mamé todo, desde los procesos de escalabilidad del negocio, cómo atraer inversores, qué documentación era necesaria y todo lo relacionado a cómo hacer crecer un emprendimiento”.

Franco posa junto al símbolo de su startup. (Foto: Bull Project)

Ese financiamiento impulsó a la empresa a abrirse al mercado latinoamericano y como Franco era el único que hablaba español y tenía experiencia en administración de proyectos le encomendaron la coordinación de un equipo de 20 colaboradores españoles que la empresa había contratado para crear y redactar los contenidos para clientes de México, Perú, Chile y Argentina. “De golpe tenía 20 personas a cargo para abrir un mercado y lo que pasaba era que esas personas tenían que trabajar para un mercado del que desconocían sus léxicos y la  idiosincrasia que necesitaban conocer para crear ese contenido, por lo que no conseguían cumplir las metas de rendimiento”, explicó Franco.

Buscando una solución le propuso a la CEO de la compañía reconfigurar el equipo de trabajo a través de la contratación de colaboradores argentinos que pudieran realizar el trabajo. Su propuesta fue aceptada y a partir de allí, en diez días se encargó del reclutamiento, la contratación y la instrumentación del pago de salarios de 27 colaboradores argentinos. Ese fue el germen de lo que muy pronto sería Bull Project.

 

La fundación de una startup a partir de la búsqueda de soluciones tecnológicas, el afán por mejorar y una gran determinación 

La experiencia y los conocimientos adquiridos por Franco mientras desarrollaba y mejoraba los procesos de reclutamiento, contratación y pagos, casi de manera artesanal, lo llevaron a identificar los problemas centrales del modelo: contratiempos con los contratos, dificultad en el control de reportes de actividad y bases de datos, exceso de facturas e inconvenientes por comisiones o inestabilidades cambiarias para los contratados a la hora de cobrar sus salarios. “Entonces dije, pará, tiene que haber una solución para ordenar todo: hay soluciones tecnológicas de recursos humanos, de contratos y de pago con criptomonedas”, y viviendo una especie de epifanía Franco pensó: “Hay que integrar todas esas soluciones en un mismo lugar”

En ese mismo momento se puso en contacto con Gustavo. “Lo llamé porque sabía que me iba a decir que sí y, después de todas las veces que él me propuso iniciar un emprendimiento, ahora era yo quien tenía una propuesta para hacerle”, contó Franco y completó: “Me dijo que sí, sin que le diera demasiados detalles sobre el proyecto y el modelo del negocio”.

Gustavo Zach, socio fundador de Bull Project, en su oficina de la ciudad de Posadas. (Foto: Bull Project)

Posteriormente, con la pandemia de COVID-19 en ciernes, Franco se dio cuenta que en cuanto consiguiera automatizar dichos procesos, su función dentro de la empresa estaría destinada a volverse obsoleta, por lo que le propuso a la CEO brindarle el servicio unificado de manera tercerizada y así convirtió a su actual empleadora en su primera empresa cliente.

“A partir de ese momento, a través de Gustavo averiguamos los requisitos para registrar la empresa en Argentina donde nos recomendaron armar una SRL (Sociedad de Responsabilidad Limitada) lo que nos demandaba contar con un tiempo que no teníamos dada la urgencia con la que necesitábamos empezar a trabajar”, explicó Franco. A su vez, Gustavo presentó la propuesta tanto en la banca pública como en la privada, pero los impuestos y costos por las transacciones resultaban demasiado onerosos. Además se sumaban las restricciones de acceso a los dólares para los contratados. “Al final registrar la empresa acá en el Reino Unido me tomó 40 minutos y abrir una cuenta bancaria comercial apenas 12 horas. Eso fue alentador”, expresó. Así fue como los jóvenes posadeños se pusieron al frente de Bull Project y comenzaron a pensar en el armado de la plataforma y en la integración de las tecnologías necesarias para automatizar los procesos al mismo tiempo que buscaban más clientes.

Transcurridos tres meses, ya contaban con un sitio web funcional y vinculándose con personas de otras empresas en el espacio de coworking elegido para establecer las primeras oficinas de Bull Project, Franco consiguió más clientes lo que les permitió comprobar el funcionamiento e ir ajustando el modelo del negocio.

El paso siguiente consistió en el armado de una plataforma modelo y el diseño de las infraestructuras informáticas. Con esa meta Franco se nutrió de las propias bases de datos de la empresa para contratar colaboradores argentinos y así encarar el desarrollo de la plataforma. “Siempre me propuse orientar las búsquedas de recursos humanos en Argentina y específicamente a zonas descentralizadas, tanto para nuestros clientes como para nosotros. Así fue como nuestros primeros colaboradores fueron un desarrollador de Corrientes y un diseñador gráfico de Posadas con quienes armamos la primera plataforma funcional pero a la que debíamos agregarle parámetros de seguridad a través de la arquitectura de software y la infraestructura cloud (en la nube), un proceso muy caro para el que íbamos a necesitar financiamiento antes de salir a vender los servicios masivamente”, aclaró Franco.

Ante esa necesidad de financiamiento para escalar el proyecto, Franco presentó Bull Project en un sinnúmero de aceleradoras e incubadoras de startups europeas. “Empezamos a aplicar en todos lados y a principios del año pasado (2023) nos empezaron a llamar porque les gustaba la idea, lográbamos pasar las distintas instancias de evaluación y llegar a las etapas finales pero no quedábamos seleccionados”, relató Franco, quien admitió sentirse desorientado ya que no le daban una devolución del porqué rechazaban el proyecto y cuáles eran las mejoras que necesitaban aplicar para resultar elegidos. “Yo les decía: a mí la plata no me sirve si no me dicen qué estamos haciendo bien y qué estamos haciendo mal, la idea es mejorar todo el tiempo”, expresó.

Franco en la sede de la aceleradora en Países Bajos. (Foto: Bull Project)

Cuando presentaron la empresa ante la aceleradora neerlandesa Startupbootcamp, pasaron los primeros filtros, quedaron en la final y volvieron a ser rechazados. Con el afán por averiguar qué era lo que les faltaba y lidiando con la frustración de haberle dedicado tiempo y trabajo a la presentación de la compañía, Franco insistió ante diferentes referentes de la incubadora para que le dieran una explicación concreta sobre los aspectos que necesitaba mejorar. Fue así como, gracias a su gran determinación, Franco accedió a diversas instancias con asesores comerciales y financieros quienes le brindaron las explicaciones que necesitaba para ajustar el modelo empresarial.

“Finalmente, en la cuarta entrevista me confesaron que eso era lo que buscaban en un emprendedor, que no bajara los brazos y que siempre mantuviera la actitud por mejorar el producto. Y ahí mismo me confirmaron que nos iban a acelerar”, relató Franco.

El próximo paso para escalar el modelo de Bull Project será el más desafiante y costoso de todos: el desarrollo de la arquitectura de software y la infraestructura de hardware que brindará trazabilidad y seguridad a todas las operaciones de la empresa pero fundamentalmente a los sistemas de pago tanto en criptomonedas estables como en las monedas de curso legal de cualquier país. Ahora tenemos dos DevOps -que son los arquitectos-, un desarrollador Front End y dos desarrolladores Full Stack, responsables del funcionamiento de la plataforma. También tenemos dos diseñadores gráficos encargados de la creación de contenidos y el marketing. Esas siete personas son argentinas. Después estamos Gustavo y yo encargados de las operaciones generales, de la parte legal y de ventas”, aclaró Franco.

El objetivo de la incubadora neerlandesa por contribuir con el crecimiento de Bull Project no es desinteresado ya que “se quedaron con el 8% de nuestra empresa a través de acciones. Su misión, en lo inmediato, es que consigamos la mayor cantidad de inversiones posibles que justifiquen su apuesta en nosotros”, explicó Franco. “Cuando la valoración de la empresa supere los 2.000.000 de dólares, la participación accionaria de la incubadora comienza a diluirse hasta alcanzar un valor del 4%. Y ahí tienen que decidir si vuelven a invertir en nuestro proyecto”, completó.

“En junio tuvimos el Demo Day, un evento masivo que se realizó en Amsterdam bajo la organización del Financial Times donde presentamos Bull Project ante inversionistas de todo el mundo, concluyó Franco.