Los peligros de la pirotecnia

Petardos, rompeportones, bombas de estruendo, tres tiros, fosforitos, metralletas, baterías, truenos, entre otros artículos pirotécnicos, contienen peligros ocultos adicionales a lo explosivo.

Las mañanas siguientes a las noches del 24 y 31 de diciembre, es frecuente -por suerte cada vez menos- ver en las noticias la cobertura desde centros de oftalmología locales y hospitales de quemados sobre las víctimas de pirotecnia que fueron afectadas por “explosiones incontroladas”. A simple vista, el peligro más grande que esconde la pirotecnia parecen ser esos segundos desde que encendemos la mecha hasta que se produce la “explosión controlada”. Sin embargo la realidad es otra ya que, al margen de la deflagración, otro de los peligros al que estamos expuestos al manipular pirotecnia no es algo que podamos ver.

Créditos: Pexels/Griffin Wooldridge

Algunos fuegos artificiales y materiales pirotécnicos pueden alcanzar niveles de intensidad de sonido de entre 140 y 170 decibeles (dB). Para que nos hagamos una idea, esto significa un sonido más intenso que el que producen un martillo neumático durante su operación (130 dB) o un avión al despegar (140 dB). A partir de los 70 dB nuestros oídos comienzan a percibir el sonido como una molestia. Por ejemplo, las sirenas de ambulancias o patrulleros están preparadas para emitir sonido a 90 dB de modo de hacer notoria su presencia al resto de los conductores para que puedan darles prioridad de paso. Por encima de los 85 dB, la intensidad del sonido ya comienza a considerarse dañina para el oído humano.

La exposición a ruidos de corta duración y gran intensidad puede dañar las células sensoriales del oído interno y producir daño auditivo que, en ocasiones, puede llegar a ser irreversible. Si bien el oído humano tiene un mecanismo protector que reduce la transmisión de los sonidos más intensos hacia las delicadas células del oído interno, este actúa una décima de segundo después, siendo ineficaz frente al sonido que produce la explosión de un petardo. Es así como los sonidos de hasta 160 dB llegan casi inalterados al oído interno, afectando violentamente las delicadas células ciliadas

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es recomendable que los adultos no se expongan a ruidos que superen los 140 dB, mientras que el límite para niñas y niños es de 120 dB. A partir de estos niveles, un factor clave para que pueda llegar a existir daño en el oído es el tiempo de exposición; cuanto más fuerte es el ruido, menos tiempo tarda en dañar la audición de la persona.

Por si todo esto fuera poco, el ruido de la pirotecnia afecta gravemente a personas especialmente sensibles como pueden ser las personas de edad avanzada con déficit cognitivo o con enfermedades mentales, bebés y niñas y niños con hipersensibilidad auditiva. Además, las personas con trastornos del espectro autista (TEA) o epilepsia pueden sufrir un estrés extremo y crisis de ansiedad que en ocasiones requiere hospitalización. Convulsiones, ataques de pánico, miedo, autolesiones y pérdida de la noción del tiempo son algunos de los efectos que pueden desencadenar los ruidos y luces de la pirotecnia en niñas y niños con autismo.

Finalmente, nos queda analizar qué pasa con nuestras mascotas. Sabemos que los animales son mucho más sensibles a los sonidos que los seres humanos. Por ejemplo, los perros, además de poseer un rango de audición (10.000 a 50.000 Hz) mayor que el de los humanos (16.000 a 20.000 Hz), su oído es 4 veces más sensible. También pueden percibir los sonidos a una distancia 4 veces superior. En el caso de los gatos, su oído está aún más desarrollado, por lo que son más sensibles a la contaminación acústica provocada por la pirotecnia.

Hay que tener en cuenta no sólo el sufrimiento de nuestros animales de compañía sino también las consecuencias para su salud e integridad ya que ante estos episodios pueden presentar agitación, palpitaciones, temblores, náuseas, falta de aire y mucha sed. Además, el temor por los ruidos puede hacer que escapen pudiendo perderse o hasta ser atropellados en su huída.  

Con todos estos datos ¿todavía te quedan ganas de usar pirotecnia? Acordate que si otros sufren, no es una fiesta.