El miedo crónico a la fatalidad ambiental: ¿en qué consiste la eco-ansiedad?

POR AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

En este artículo, la bioquímica Claudia Azpilicueta, describe el temor al cambio climático y comparte estrategias para afrontarlo.

Ya no podemos ignorarlo. Se va apoderando de nosotras y nosotros en forma más o menos consciente un miedo crónico a la fatalidad ambiental. Sentimos el colapso de los cimientos ecológicos de nuestra existencia de un modo nunca antes vislumbrado. Esta emoción nueva que está surgiendo recibe el nombre de eco-ansiedad y sus consecuencias son cada vez más visibles.

Fotografía: Michael Godek. Créditos: gettyimages.com

Una de las mayores amenazas para la salud mundial del siglo XXI es el cambio climático. Como consecuencia, somos víctimas de un nuevo fenómeno denominado ansiedad ecológica o eco-ansiedad, que afecta principalmente a las personas que se preocupan por su futuro y el de las generaciones venideras. Nuestro organismo está siendo afectado directamente por causas ambientales, como la extensa ola de calor que padecimos en CABA, que nos hizo tomar conciencia del futuro que se avecina. Y no son pocos los que tienen reacciones emocionales diversas, como irritabilidad, insomnio, depresión, desesperanza, frustración o ira, ante estos acontecimientos que nos afectan globalmente. No es menor el estado de apatía que produce en algunos de nosotros, generado por la impotencia ante estos sucesos.

Mal ambiente, mala salud

Existen datos científicos concretos que avalan la relación entre la salud y los factores ambientales. Salud ambiental, según la definición canónica que se prefiere de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es “aquella disciplina que comprende los aspectos de la salud humana que son determinados por factores ambientales físicos, químicos y biológicos, externos a las personas. También se refiere a la teoría y práctica de evaluación, corrección, control y prevención de los factores ambientales que pueden afectar de forma adversa la salud de la presente y de futuras generaciones”.

Si nos detenemos específicamente dentro del ámbito de la salud mental, la relación entre genoma y ambiente ha constituido tradicionalmente un tema central en la investigación de la etiopatogenia de los problemas de salud mental. Se ha definido la ambiómica psiquiátrica como “el estudio de las condiciones y procesos ambientales que promueven la salud mental o incrementan los riesgos de trastornos mentales”.

Los estudios indican que las alteraciones psiquiátricas se dan predominantemente en medios urbanos. En China, el número de enfermedades mentales se ha incrementado, al igual que las respiratorias y cardiovasculares, que están asociadas a la calidad del aire. La presencia de partículas contaminantes en la atmósfera podría desencadenar según los investigadores, efectos inflamatorios sistémicos y de estrés oxidativo cerebral, que podrían afectar el sistema nervioso central. Asimismo, se demostró la relación entre contaminantes ambientales y distintas patologías, como la depresión unipolar, los trastornos del espectro autista y la enfermedad de Alzheimer.

La temperatura ambiental puede influir en el estado de salud mental de diversas formas. Algunos medicamentos, como los antipsicóticos y los antidepresivos, incrementan la vulnerabilidad al calor por inhibición de los mecanismos reguladores, mientras que los adultos mayores presentan más riesgos de sufrir alteraciones del sueño. El incremento de las temperaturas también aumenta el número de ingresos por urgencias debido a trastornos mentales como la esquizofrenia y el trastorno bipolar; incluso hay estudios en donde las olas de calor se asocian con incrementos en la violencia de género y suicidios.

Créditos: www.ecoportal.net/

De la desesperación a la acción

Actualmente, a muchas personas les resulta difícil procesar las emociones y cuestiones existenciales relacionadas con el ambiente, hasta el punto de desarrollar lo que se llama un trauma climático. Se lo define como una preocupación severa y debilitante relacionada con un entorno natural incierto y que llega a afectar no sólo la vida de las personas, sino también las relaciones interpersonales, jurídicas, económicas o materiales de la comunidad.

La posibilidad de reconocer que estamos siendo víctimas de un daño moral podría ayudarnos a tomar conciencia de nuestras responsabilidades en este contexto de cambio climático y así transformar la desesperación en acciones concretas. En este sentido, el impacto de este fenómeno sobre la salud mental debería ser considerado por las organizaciones que abordan el activismo, para poder denunciarlo, y generar redes de contención para los sectores más perjudicados. Entre estos se destacan los niños, los jóvenes y los descendientes de pueblos originarios, cuya subsistencia depende directamente del entorno.

La eco-ansiedad puede resultar paralizante y llevar a que nos sintamos impedidos de actuar. Se han realizado estudios que demuestran la aparición de emociones positivas y generación de sentimientos de esperanza, empoderamiento y conexión, asociados con la acción colectiva. Los investigadores suelen señalar dos emociones asociadas: la eco-depresión y la eco-ira. Independientemente de donde estemos parados, lo importante es poder trascenderlas.

La mitigación del cambio climático es una tarea que depende fundamentalmente de decisiones políticas, ya que se necesita independizar a las economías globales de los combustibles fósiles para evitar el calentamiento global y sabemos que estas decisiones están lejos de tomarse. La acción colectiva deberá ser sostenida para enfrentar los intereses comerciales y políticos, que se oponen a los cambios que serían necesarios.

Asimismo, entre las estrategias a desarrollar están las campañas de comunicación, que generen efectos multiplicadores entre pares y la toma de conciencia de este fenómeno global que estamos padeciendo y que, si bien pareciera que es preocupación de algunos solamente, afecta la vida cotidiana de todos y todas. El aumento de las temperaturas de la atmósfera terrestre y el calentamiento global, pueden llegar a un nivel en el que se generen consecuencias adversas para la vida en el planeta, como las que estamos observando en estos últimos tiempos: incendios, sequías, elevadas temperaturas.

No sabemos si llegará un momento en el que se desencadene una destrucción masiva de las condiciones de vida tal como las conocemos. Ante este futuro incierto, la mejor alternativa parece ser apoyarnos en investigadores y profesionales que analicen estos fenómenos del cambio climático y a través de organizaciones colectivas, transformar nuestra eco-ansiedad y angustia de manera efectiva a través de la acción.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ