Un estudio liderado por un consorcio de España y Alemania ha hechopúblicas 20.000 observaciones de una muestra de 362 estrellas frías cercanas, tomadas desde el telescopio almeriense de Calar Alto entre 2016 y 2020. Los resultados han incrementado el censo de planetas conocidos en el vecindario solar.
El proyecto CARMENES acaba de publicar los datos correspondientes a unas 20.000 observaciones tomadas entre 2016 y 2020 de una muestra de 362 estrellas frías cercanas. En la investigación ha participado el Observatorio de Calar Alto (Almería), donde se han buscado exoplanetas similares a la Tierra (rocosos y templados). Estos astros pueden albergar agua en su superficie si están situados en la llamada zona habitable de su estrella. El equipo ha descubierto 59 de estos cuerpos celestes, incluida una decena potencialmente habitable. El estudio se ha publicado en la revista Astronomy & Astrophysics.
CARMENES es el nombre del proyecto científico, pero también del instrumento con el que se realizan las observaciones y del consorcio que se encargó de diseñarlo y construirlo. Más de 200 científicos e ingenieros de 11 instituciones españolas y alemanas dan vida al proyecto, en el que los investigadores del Institut d’Estudis Espacials de Catalunya (IEEC) en el Instituto de Ciencias del Espacio (ICE-CSIC) tienen un papel destacado.
Recreación de un planeta de tamaño similar a la Tierra en la zona habitable de una enana roja cercana. / Render Area/CARMENES/J. A. Caballero
Exoplanetas de tipo terrestre
Este instrumento es un espectrógrafo que opera en el óptico y el infrarrojo cercano, es decir, unaparato que mide tanto la luz visible como la infrarroja de los objetos hacia los que apunta. Se instaló en 2015 en el Observatorio de Calar Alto con el objetivo de encontrar exoplanetas de tipo terrestre en estrellas frías cercanas (las llamadas enanas rojas). La luz recogida de una estrella determinada (el espectro estelar) puede delatar la presencia de exoplanetas, ya que permite medir los pequeños movimientos de la estrella producidos por la atracción gravitatoria de los planetas que la orbitan.
Los espectros de alta resolución que se obtienen con este instrumento sirven para determinar la velocidad de la estrella con una precisión de un metro por segundo, lo cual representa un reto tecnológico de primer nivel. Esto permite encontrar planetas pequeños alrededor de estrellas de baja masa, dicen los autores
Los planetas descubiertos con el mismo método que CARMENES, pero con otros instrumentos
“Desde que entró en funcionamiento, CARMENES ha reanalizado 17 planetas conocidos y ha descubierto y confirmado 59 nuevos planetas en la vecindad de nuestro sistema solar, contribuyendo notablemente a ampliar el censo de exoplanetas próximos”, explica Ignasi Ribas, director del IEEC y primer autor del trabajo.
Primera tanda de datos
Este instrumento ha multiplicado el número de exoplanetas que conocemos alrededor de estrellas frías cercanas, doblando los detectados con el método previamente expuesto. Con el espectógrafo se han observado cerca de la mitad de todas las estrellas pequeñas cercanas (una parte de ellas solo puede observarse desde el hemisferio sur). Además, los espectros obtenidos también proporcionan información muy valiosa sobre las atmósferas de las estrellas y de sus planetas, entre otras características.
La investigación ha liberado los datos correspondientes a la información obtenida con luz visible. Los expertos aún están mejorando el procesado de los datos obtenidos en el infrarrojo, con lo que, cuando se publiquen, los astrónomos tendrán un segundo gran conjunto de observaciones sobre el que trabajar.
El proyecto tiene su continuidad en CARMENES Legacy-Plus, que se inició en 2021 y continúa tomando más observaciones sobre las mismas estrellas. “Para poder determinar la existencia de planetas alrededor de una estrella, la observamos un mínimo de 50 veces”, explica Juan Carlos Morales, investigador del IEEC. “Aunque la primera ronda de datos ya se ha publicado para que la comunidad científica pueda acceder a ellos, estas series de observaciones aún no han concluido”, añade. Las observaciones realizadas en esta extensión del proyecto continuarán al menos hasta finales de 2023.
Hay más de 130 millones de objetos sin utilidad alrededor de la Tierra. El principal peligro es que choquen con otros cuerpos y generen explosiones. El plan de la Conae para controlar esta problemática.
La actividad espacial tiene mucho que ver con la vida de las personas. Por ejemplo, las comunicaciones e internet, la observación marina y terrestre, y el pronóstico del tiempo funcionan gracias a diversos tipos de satélites que orbitan alrededor de la Tierra. Ahora bien, ¿qué sucede cuando finaliza la vida útil de estos artefactos? ¿A dónde van a parar? La gran mayoría quedan en el espacio y dan lugar a lo que se conoce como “basura espacial”. Se trata de todo objeto en órbita que fue producido por el hombre y que se encuentra fuera de funcionamiento. Las últimas cifras actualizadas de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) dan cuenta de esta realidad: existen más de 130 millones de objetos de entre 1 milímetro y 1 centímetro sin utilidad alguna en el espacio.
Este fenómeno se lo conoce también como “contaminación espacial” e incluye desde satélites y naves, hasta los fragmentos que se han desprendido de estos, como etapas superiores de lanzadores, adaptadores para el transporte de varios satélites, fragmentos generados por explosiones o choques, derrame de combustibles sólidos o mismo partículas de pintura. Además de los 130 millones de objetos pequeños ya mencionados, la ESA calcula que hay cerca de un millón de desechos espaciales de más de un centímetro a 10 cm. y más de 36.500 objetos de más de 10 cm.
La basura espacial se trata de todo objeto en órbita que fue producido por el hombre y que se encuentra fuera de funcionamiento. Créditos: Prensa Ibérica.
Las cifras son alarmantes y más aún si se tiene en cuenta que actualmente se lanzan objetos espaciales semana a semana y de gran calibre. Sin ir más lejos, el ya conocido magnate Elon Musk recientemente hizo pruebas de lanzamiento –que fracasaron– de “Starship”, el cohete más poderoso en la historia con casi 7.500 toneladas de empuje y 33 motores de encendido simultáneo que busca llevar astronautas a la Luna.
Un cementerio en el cosmos
Desde el comienzo de la exploración espacial en 1957 fueron lanzadas 6.380 naves que pusieron en órbita más de 15 mil satélites, de los cuales solo funcionan cerca de 7 mil. En un principio, no se sabía qué hacer con ellos una vez que dejaran de funcionar, por lo que quedaron en el espacio y se le sumaron más objetos con vida útil.
El principal peligro es que estos objetos no operativos colisionen con otros cuerpos (como sucedió recientemente con la Estación Espacial Internacional) y generen explosiones que deriven en nuevos escombros. En conversación con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, el gerente de Vinculación Tecnológica de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae), Marcelo Colazo, cuenta: “Los satélites pueden cambiar de órbita si se ve que van a chocar con algún desecho, pero estos al no tener combustible no son controlables y su movimiento está regido por las leyes de la física”.
Escombros y etapas de lanzamiento desaparecidas en el anillo geoestacionario. Los satélites sin vida útil liberan escombros y pueden ocurrir explosiones debido a las fuentes de energía residual. Altitud: 35.786 km. Créditos: Agencia Espacial Europea.
Según ESA, durante los últimos veinte años se produjo un promedio de doce fragmentaciones accidentales anuales, lo que incluye nuevos desechos por choques, explosiones, problemas eléctricos o el desprendimiento de objetos debido a las condiciones del espacio. Además, se espera que en un futuro las colisiones entre desechos espaciales y satélites en funcionamiento sean la principal fuente de generación de residuos, superando a las explosiones.
Otra pregunta que surge es, ¿puede un desecho ingresar a la Tierra y caer sobre alguien? El gerente responde: «Las probabilidades son bajas pero no nulas. Lo que suele suceder es que no sobreviven en el reingreso a la atmósfera y, en caso de que lo hagan, generalmente caen en el mar o en zonas con baja densidad poblacional».
Más tecnología, más deshechos
Colazo explica que en algunas órbitas el espacio es limitado y “con las megaconstelaciones, que incluyen más de 100 mil satélites, se va a generar un problema”. “Habrá múltiples artefactos con vida útil y aún más desechos que harán muy probable las colisiones“, subraya. Es por eso que hoy en día existe una lista de directrices firmada por la Organización de las Naciones Unidas que limitan la contaminación espacial.
Por ejemplo, los satélites deben diseñarse de tal manera que no desprendan desechos durante su vida útil, las misiones que ya no funcionan tienen que reingresar a la Tierra en menos de 25 años y se debe evitar la destrucción intencional. “No se resuelve el problema pero evita que empeore el día de mañana”, sentencia el especialista.
Qué se hace con la chatarra
Actualmente existen diversos programas en el mundo que apuntan a disminuir y controlar la cantidad de desechos que habitan el espacio y uno de ellos lo lleva adelante Argentina. La Conae monitorea la reentrada a la Tierra de objetos espaciales durante todo el año. Colazo detalla: “Cuando vemos que un objeto está en una zona muy baja de la órbita y puede ingresar a la atmósfera lo seguimos durante varios días. Luego, definimos a qué latitud y longitud aproximada va a caer“.
El gerente comenta que “si el objeto cae en el mar y no es peligroso, lo dejamos. En caso de que caiga en algún lugar terrestre, el país propietario de ese residuo tiene el derechode reclamarlo“.
Documentos desclasificados en 2022 permiten conocer el esfuerzo argentino para obtener datos, planes, ubicación de la flota y partes secretos del Reino Unido durante la guerra de 1982
Los últimos secretos que se develan de las guerras son, generalmente, los relacionados con el mundo de la inteligencia militar. Este mundo, asociado desde siempre a los espías, ha evolucionado enormemente y, en un conflicto moderno, abarca diversos aspectos, muchos de ellos relacionados con la tecnología.
Sin embargo, sigue siendo nebuloso, sus operadores reacios a hablar y los ejércitos involucrados nunca están deseosos de revelar los “ases en la manga”, aun de las guerras pasadas. Tal es así que, por ejemplo, lo relacionado con la interceptación y desciframiento de comunicaciones alemanas por los británicos durante la Segunda Guerra Mundial (el famoso código Enigma) no se dio a entrever sino hasta el año 1974 y oficialmente, se desclasificó recién en 1989.
Mensaje británico en clave interceptado por las Fuerzas Argentinas. Lo único que puede obtenerse del mismo es que fue emitido por CINCFLEET PORTSMOUTH (el comando de la flota en Portsmouth), y que estaba dirigido a otro comando de flota y al Naval Party 1810 (una unidad de reparaciones de la armada británica), con copia al Ministerio de Defensa
No es de extrañar, entonces, que resulte muy poco conocido el esfuerzo argentino para obtener información del enemigo en la guerra de Malvinas.
Aquí, algunas viñetas (a partir de documentación desclasificada en el 2022), que no intentan abarcar lo que se hizo (o dejó de hacer).
«Pinchando» las comunicaciones inglesas
La historia muestra que en todos los conflictos siempre se trató de capturar a los mensajeros enemigos para obtener los documentos que transportaban. La aparición de la radio en el campo de batalla hizo que también se intentara “capturar” ese tráfico.
Hay que tener en cuenta que, tanto los mensajes en papel como el radial pueden estar “en claro” (ser legibles) o cifrados, (que sea necesaria una clave para poder descifrarlo y leerlo).
Artillería argentina durante la guerra de las Malvinas en 1982
Durante la guerra de 1982 los ingleses fueron muy exitosos en leer el tráfico de radio argentino, primero por ser parte de una red global de interceptación de comunicaciones y, después, por contar con los medios para poder descifrar los mensajes que se enviaban desde el continente. Más allá de la experiencia británica en este campo, lo cierto es que muchas de las cifradoras argentinas eran de la fábrica suiza Crypto AG y estaban “pinchadas” por la CIA estadounidense y el servicio de espionaje Alemán Federal. Así, en pocas horas un mensaje argentino (principalmente de la red de la Armada y del Ejército, pero no tanto de la Fuerza Aérea que utilizaba otros equipos), estaba en un escritorio británico. Posiblemente antes que fuera leído por los propios destinatarios.
De todas formas, bastante hicieron las fuerzas argentinas en el mismo campo.
Unidades como la Agrupación de Comunicaciones de Operaciones Electrónicas 601 del Ejército Argentino, tanto desde las islas como del continente -con estaciones realmente en casi todo el país, incluso en Córdoba, Neuquén y Tucumán-, se dedicaron a escuchar las frecuencias de radio británicas, habiendo antes obtenido el detalle preciso de cuáles eran las que utilizaban.
Las unidades contaban con equipos modernos para interceptar comunicaciones y si bien al principio los británicos utilizaban bandas no susceptibles de ser interceptadas (de Muy alta Frecuencia, Ultra Altra Frecuencia, comunicaciones vía satélite, etc), con el correr de tiempo, comenzaron a confiarse. Así, los mensajes pudieran ser interceptados.
En otros casos, no se requirieron equipos complejos y fueron los radioaficionados -muchos del Radioclub Bahía Blanca- quienes captaron los mensajes y los enviaron a las unidades militares
Pero este contenido solo podría leerse para el caso que los mensajes estuvieran “en claro”; esto es, en simple inglés. Muchas veces, los británicos lo hicieron de esta manera. Y los argentinos los escucharon. Se obtuvo así valiosa información. Sin embargo, en otras ocasiones, los mensajes estaban cifrados y no eran más que agrupaciones de cuatro letras. O, directamente, palabrerío sin sentido.
Parte de inteligencia del Destacamento de Inteligencia 181. El mismo da cuenta de diversa información, señalando en algunos casos quien la obtuvo. En el punto 3, se hace mención de que la posición de diversos buques se obtuvo por marcaciones radiogoniométricas, la información de los puntos 5, 6 y 7 posiblemente se obtuvo interceptando comunicaciones radiales británicas.
Los argentinos lograron solucionar parcialmente el problema. En general, el esfuerzo que se hizo para romper los códigos británicos sigue siendo clasificado, aun cuando debe señalarse que el mismo se hizo a cargo de la Compañía “A” del Batallón de Inteligencia 601.
Pero existen casos particulares que hablan de éxitos en este campo. Por ejemplo, después de la escaramuza del Río Murrell, que el 7 de junio enfrentó a comandos argentinos de la Compañía 601 con paracaidistas del 3 Regimiento, y después de la precipitada retirada de las fuerzas británicas, se capturaron (entre otras cosas) equipos de radio y documentación, especialmente copia de procedimientos radiales, frecuencias y nombres en clave. Ello sirvió para que se pudiera tener, por lo menos por unos días, un panorama más claro sobre ciertas comunicaciones en clave británicas.
Anexo secreto de las estaciones de guerra electrónica en el continente y Malvinas. Las mismas obtenían marcaciones de radio, que permitían establecer la posición de los buques. Esta tarea del Ejército Argentino, que ayudó a concretar ataques aeronavales, es muy poco conocida
Los argentinos también pudieron sacar información de mensajes secretos. En este tipo de comunicaciones durante las guerras, muchas veces quien es el emisor y destinatario no viene cifrado (para que solo la unidad que lo tenga que recibir se tome el trabajo de descifrar). Cuando esto ocurrió en Malvinas permitió saber que cierta unidad se encontraba pudieron determinar que los Guardias Escoceses estaban en Monte Kent por el particular acento de sus operadores de radio.
Pero, por sobre todo, existen métodos para conocer mediante trigonometría desde dónde se está emitiendo el mensaje. El Ejército poseía varios radiogoniómetros, móviles y fijos, que fueron de suma utilidad. Esto hizo que las unidades de Guerra Electrónica del Ejército Argentino, en coordinación con equipos de la Fuerza Aérea y la Armada, pudieran triangular la posición de ciertos buques británicos y, con ello planear sus ataques. Esta colaboración del Ejército en los ataques navales es, ciertamente, muy poco conocida. Pero de los mensajes desclasificados puede notarse que se hizo un buen seguimiento a la flota enemiga.
También, mediante radiogoniometría pudieron conocerse dónde estaban varios de los puestos de comando británicos, información especialmente útil en los últimos momentos del conflicto.
En suma, muchas de las comunicaciones británicas fueron interceptadas por los argentinos y utilizadas en su provecho. Se trató de un trabajo metódico y profesional, más teniendo en cuenta que los argentinos tenían enfrente a los líderes mundiales en lo que hace a la disciplina en las comunicaciones seretas.
Aviones soviéticos espían para Argentina
Es conocido que la Unión Soviética suministró a la Argentina cierta información, pero nunca se había confirmado si los grandes cuatrimotores TU-95RTs (Código OTAN “Bear D”), que sobrevolaron varias veces la flota británica, habían compartido sus fotos con Argentina. Pero ahora lo está.
Desde fines de la década de 1970, el 392º Regimiento Aéreo Independiente de Reconocimiento a Larga Distancia de la Armada Soviética (ODRAP) desplegaba una sección de aviones TU-95 al aeropuerto de Luanda, Angola. Antes de ello, los aviones tenían base en Conakry, Nueva Guinea, pero las cambiantes relaciones con los países africanos y, especialmente, la existencia de un gobierno prosoviético en Angola forzaron este cambio.
Luanda se convertiría en un importante punto de despliegue de las fuerzas soviéticas en el Atlántico Sur y, además de influir en los asuntos internos de aquel país (en plena efervescencia entonces) los soviéticos observaban desde allí el tráfico hacia o desde el Cabo de Buena Esperanza, por donde pasaba (y pasa) gran parte del petróleo de Oriente Medio.
Parte de inteligencia del 16 de abril de 1982. Informe proveniente de aviones de inteligencia soviéticos. En la foto un Tu-95RTS soviético, que fuera interceptado cerca de la isla Ascensión por las fuerzas británicas al tratar de sobrevolar al portaaviones HMS Hermes.
Estos grandes aviones de 14.000 kilómetros de alcance contaban con excelentes radares y equipos electrónicos. Sus tripulaciones estaban acostumbradas a interactuar con buques de superficie y submarinos, en tanto uno de sus propósitos era el de buscar blancos para los misiles anti-navío de largo alcance que estos portaban.
Encontrándose fuera del área habitual de operaciones de las marinas occidentales, las tripulaciones tenían una vida relativamente apacible, volando desde allí menos de 200 horas anuales. Pero el conflicto Malvinas hizo que el destacamento, que operaba a casi 11.000 kilómetros de su base habitual en el aeródromo de Fedotovo (norte de Rusia), se volviera especialmente activo.
Específicamente, se le ordenó seguir la evolución de la flota británica, ver su composición y formación, tomar fotografías de los buques y recoger inteligencia electrónica.
Vale agregar, sin embargo, que la primera aparición de los Bear sobre la flota británica ocurrió el 8 de abril, pero no se trataba de aviones destacados en África. En efecto, ese día, dos de los cuatrimotores cubrieron el espacio aéreo del Mar del Norte y llegaron hasta el Oeste de Portugal, para luego regresar a su base en el norte ruso.
Marines sobre la cubierta del HMS Hermes rumbo a Malvinas (Fox Photos/Getty Images)
La tarea de los “Osos” era una misión crítica ya que apenas iniciado el conflicto los soviéticos carecían de satélites que pudieran seguir a la flota británica recién zarpada. Con ello, los aviones destacados en Angola volaron más de 100 horas solo en abril, en misiones que duraban hasta 15 horas, sin aeródromos de alternativa y muchas veces habiendo perdido la comunicación radial con su base, que terminaban usualmente a 300 metros o menos casi sobre la vertical de cualquiera de los dos portaaviones británicos u otros buques relevantes.
El 30 de abril, la sección de TU-95 fue reemplazada por otra, volando está más misiones, y detectándose que en una de ellas se acercaron a Martim Vaz, una isla brasileña perdida en el Atlántico Sur.
Se entiende que las fotografías tomadas por los “Bear” en la década del ´80, eran procesadas recién llegado el avión a la base, con un revelado que podía tardar hasta tres horas. La información de varias de ellas llegó a Argentina, algo que resultó especialmente útil para averiguar la composición de la fuerza de tareas enemiga que se acercaba.
El análisis de la información capturada
El 4 de mayo de 1982, tres aviones británicos Sea Harrier del Escuadrón 800 despegaron del portaavionesHMS Hermes, con la misión de atacar la Base Cóndor, el aeródromo argentino en Pradera del Ganso. Aún cuando volaban muy bajos y tratando de enmascararse con el terreno, fueron divisados por un puesto de observación argentino, que informó de los incursores.
Al llegar a su objetivo, los esperaba un nutrido fuego de artillería antiaérea de 20mm (de la Fuerza Aérea) y de 35mm, del Ejército Argentino. El teniente Nicholas Taylor al comando de uno de los aviones, no pudo evadirse a tiempo y fue derribado. Los otros dos aviones apenas lograron escapar de aquel infierno.
Encabezado de un informe enviado desde Malvinas, el 4 de mayo a las 15:30. Da cuenta de la información recuperada del avión británico derribado ese mismo día al atacar Pradera del Ganso. En la foto, piezas partes del Sea Harrier FRS.1 matrícula XZ450 que estuviera al comando del Teniente Nicholas Taylor y que explotó al tocar tierra, luego de ser impactado por fuego antiaéreo. El piloto falleció, pero su cuerpo (con la cartografía y documentación luego capturada) fue encontrado en el asiento eyectable, distante de la enorme explosión.
Sin embargo, mientras el cuerpo del teniente Taylor era enterrado con honores militares, analistas de inteligencia de la Fuerza Aérea revisaban la documentación que llevaba, entre ellos su anotador de rodilla, lleno de datos muy valiosos. Entre esos datos, surgía cual era el alcance real de los aviones Sea Harrier, con diversas configuraciones de armas y según si despegaran verticalmente o luego de una corta carrera.
Era el dato que faltaba a la Central de Operaciones de Combate que el capitán de fragata Luis Anselmi, comandante de la Estación Aeronaval Malvinas, había montado hacía pocos días en Puerto Argentino. Si sumaban esa información a la que les proporcionaba el radar de la Fuerza Aérea, relacionada con los momentos en que los aviones enemigos aparecían y desaparecían en su pantalla, podían determinar con un margen de error pequeño cúal era la posición aproximada de los portaaviones británicos, máximo objetivo de la aviación argentina.
A partir de allí, las fuerzas argentinas conocieron con gran precisión la ubicación de los portaaviones británicos, que sirvieron de base para los ataques aeronavales de los días 23, 25 y 30 de mayo de 1982 (este último, con la participación también de aviones de la Fuerza Aérea).
El Teniente de Navío Luis Collavino al comando del Super Étendard 3-A-205 vuela a la búsqueda de la flota británica, el 30 de mayo de 1982. La posición de los portaaviones británicos que se atacarían ese día provenía (en parte) de Puerto Argentino y el análisis de los documentos del Teniente Taylor había posibilitado obtenerla.
Estas son algunas de las tantas viñetas de lo que fue recolectar información en Malvinas. Hay muchas más, todas dando cuenta del ingenio y profesionalidad del soldado, aviador y marino argentino.