<#5> #AlRitmoDeLaCiencia | Neurociencias

En TEC creemos que la música y la ciencia comparten una misma esencia: ambas buscan explorar y comprender el mundo que nos rodea. Por eso, queremos invitarte a sumergirte en esta doble experiencia de conocimiento y creatividad.

«Al Ritmo de la Ciencia» es nuestra sección donde podrás encontrar una columna informativa junto a una playlist en Spotify, que promueven la reflexión sobre diversos temas científicos, tecnológicos y sus fenómenos culturales.


No me comas la cabeza

Por SadoAmper

La música y la neurociencia, dos disciplinas aparentemente dispares, convergen en un fascinante entrelazamiento de ciencia y arte. Sumergite en este recorrido a través de algunos temas musicales icónicos que ejemplifican la profunda conexión entre la música y el funcionamiento cerebral, demostrando cómo los sonidos que amamos pueden influir en nuestra mente y nuestras emociones.

La canción «Connected» de Stereo MC’s, lanzada en 1992, puede relacionarse con el concepto de la neurona y la idea de conexión entre las células del sistema nervioso. La letra habla sobre estar conectado y cómo la música puede ser un medio para establecer esa conexión. Aunque la canción no se centra en la neurociencia de manera explícita, podemos verla como una metáfora de cómo las neuronas se conectan para transmitir información en el cerebro y el sistema nervioso.

El ritmo inconfundible de «Billie Jean» muestra cómo nuestros cerebros se sincronizan con la música, activando áreas de movimiento y placer que nos instigan a seguir el compás. En neurociencia, el ritmo y la sincronización se refieren a cómo nuestro sistema nervioso y cerebral se ajusta a patrones rítmicos en la música y estímulos auditivos. Escuchar música con un ritmo característico lleva al «entrainment» neuronal, sincronizando procesos cerebrales. Durante una grabación, el bajista Louis Johnson accidentalmente golpeó su bajo en el suelo, creando el icónico riff de bajo de «Billie Jean», una anécdota que ilustra cómo la creatividad surge a veces de lo inesperado y cómo pequeños detalles pueden tener un impacto duradero en la música.

La canción «Learning to Fly» de Tom Petty and the Heartbreakers, lanzada en 1991, puede relacionarse con la práctica de técnicas cognitivas y la idea de crecimiento personal. Aunque la canción puede interpretarse de diferentes maneras, su letra evoca una sensación de aventura, superación de desafíos y aprendizaje. A medida que la canción se desarrolla, se habla de liberarse, encontrar el camino y aprender a volar, lo que sugiere un proceso de adaptación y cambio personal.

En la neurociencia, las emociones sonoras se refieren a cómo la música puede despertar respuestas emocionales en el cerebro humano. Los componentes melódicos, armónicos y rítmicos de la música tienen el poder de activar regiones cerebrales conectadas a las emociones, como la amígdala y la corteza prefrontal. Esta interconexión entre la música y las emociones ilustra cómo la música puede influir y reflejar nuestro estado emocional, generando una gama de sentimientos que incluyen alegría, tristeza y excitación. Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, dos gigantes del jazz, se unieron en 1957 para crear el álbum «Ella and Louis Again«. Una de las canciones sobresalientes de este trabajo fue su conmovedora interpretación de «Summertime«. La grabación captura la química excepcional entre las voces de Fitzgerald y Armstrong, añadiendo una dimensión emocional aún más profunda a la canción.

«Lateralus» de Tool ejemplifica cómo la música puede tener un impacto profundo en la percepción y la cognición. La canción, conocida por su complejidad rítmica y lírica, invita a los oyentes a explorar la conciencia y la expansión mental. En términos de neurociencia, esta experiencia puede relacionarse con la plasticidad cerebral, donde la exposición a patrones auditivos y desafiantes podría fortalecer las conexiones neuronales y potenciar la cognición. Las fluctuaciones de ritmo y la experimentación en «Lateralus» podrían influir en la sincronización neuronal y la actividad cerebral, demostrando cómo la música puede ser una herramienta para explorar la complejidad de la mente humana.

«Orinoco Flow» de Enya es una canción que puede relacionarse con los efectos terapéuticos de la neurociencia de varias maneras. Esta pieza musical se caracteriza por su ritmo suave, melodía relajante y voces etéreas, creando una atmósfera tranquila y serena. A través de esta composición, la música de Enya puede tener efectos beneficiosos en la salud mental y emocional de las personas: Reducción del estrés, promoción de la relajación, estímulo de la introspección, mejora del estado de ánimo y facilitación del sueño. ¡Chiques! ¡A remarla con la new wave en sus clases de yoga! Hasta la misma autora se tuvo que “enyogizar” cuando el famoso tema de los Fugees (Ready or not), fue acusado de plagio por samplear sin permiso la canción Boadicea. Enya hizo OM luego de cobrar una tranquilizadora compensación, ya que los artistas involucrados llegaron a un acuerdo extrajudicial. 

Y si no les cabe el yoga los invitamos a mirar esta joya de los ochenta. El video sugerido para esta ocasión es la canción «Sledgehammer» de Peter Gabriel. Este video, dirigido por Stephen R. Johnson, utiliza técnicas de animación stop-motion y efectos visuales creativos para crear una experiencia visualmente rica y abstracta que se asemeja a la experiencia de la sinestesia. Las imágenes en el video se sincronizan con la música de una manera que parece evocar la idea de colores y formas visuales en respuesta a la música. Pero para no desentonar con la Intelligence AI MODE, te proponemos esta nueva reversión

En los años 90, surgió la idea del «efecto Mozart«: su música podría momentáneamente mejorar la inteligencia. Estudios vieron mejoras en tareas cognitivas tras oír música de Mozart brevemente, especialmente en problemas espaciales. Investigaciones posteriores indican que cualquier música evocadora de emociones positivas puede tener efectos similares y temporales en ciertas tareas cognitivas. Los estudios actuales resaltan efectos complejos y de corta duración, descartando la noción de aumentar permanentemente la inteligencia con música clásica. La obra «Eine kleine Nachtmusik«, por ejemplo, está vinculada con el «efecto Mozart«, el cual sugiere mejoras temporales en la cognición. Karina diría… ¡Lo dejo a tu criterio!

La sinestesia musical es una experiencia que despierta la percepción de colores, formas y sensaciones visuales en respuesta a la música. Desde la óptica de la neurociencia, este fenómeno destaca por entrelazar regiones cerebrales que por lo general operan independientemente. La investigación revela que los individuos sinestésicos exhiben conexiones neuronales especialmente robustas entre sus áreas visuales y auditivas.

Tomemos, por ejemplo, «Paint It Black» de The Rolling Stones. La intensidad y matices oscuros en su composición podrían catalizar la evocación de colores y figuras en la mente del oyente. En cambio, «Purple Haze« de Jimi Hendrix, con su título sugerente y atmósfera psicodélica, podría tejer conexiones sensoriales inusuales. De forma similar, «Yellow Submarine» de The Beatles, cargada de colores vivos y elementos imaginativos, podría despertar sensaciones visuales.

Continuando este sinuoso camino, «Red Red Wine» de UB40 vincula el color rojo con el vino, evocando una conexión sinestésica. Estos ejemplos atestiguan cómo la música puede ser un catalizador para experiencias multisensoriales exclusivas en aquellos con sinestesia musical.

Acá te dejamos la playlist completa

Como un estímulo adicional, te animamos a explorar tu «dimensión aural» en tus trayectos diarios en transporte público o vehículo privado. «El Cerebro que Cuenta«, una obra escrita por el renombrado neurólogo, Oliver Sacks. Publicada en 1985, es considerada una joya en la literatura neurocientífica. Se rumorea que Sacks compuso gran parte de este libro mientras reflexionaba sobre la interconexión cerebral durante sus viajes en tren. Y si estás en busca de algo más literario aún, no dejes de considerar «El cerebro musical» de César Aira. En uno de los relatos, Aira aborda una tradición inmutable en el universo que reúne a Dios y a sus únicos comensales, los monos, a tomar el té una vez al año. 

«Musicophilia, Relatos de la música y el cerebro» explora la fascinante y compleja relación entre la música y el cerebro humano. En este libro, nuevamente Sacks, analiza diversos casos de estudio e historias que resaltan el profundo impacto que la música puede tener en las personas, especialmente en aquellas que padecen condiciones o trastornos neurológicos.

Una película que aborda varios aspectos de la neurociencia es «Eternal Sunshine of the Spotless Mind» (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos/¡Olvídate de mí!), dirigida por Michel Gondry y escrita por Charlie Kaufman.

El film explora temas como la memoria, el cerebro y las emociones de una manera creativa y metafórica. Sigue la historia de una pareja que decide borrar los recuerdos de su relación fallida a través de un procedimiento científico.

¡That ‘s all folks!

 

⇒ Leé la cuarta entrega de esta sección y escuchá la playlist: acá ⇐
 

Afantasía: ¿en qué consiste la imposibilidad de imaginar?

POR Luciana Mazzini Puga para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Estas personas viven más el tiempo presente y tienen menos pensamientos intrusivos. Se estima que menos del 5 por ciento de la población mundial la experimenta.

Si una persona desea imaginar un árbol, seguramente visualice en su mente un tronco marrón con una copa verde. Pero, ¿qué sucede si el individuo no puede ver esto? ¿Y si no puede representar mentalmente ninguna otra cosa? ¿Es posible que no pueda imaginar? Sí, y en ese caso se habla de afantasía. Se trata de la imposibilidad de crear representaciones visuales mentales. Por ejemplo, las personas afectadas no pueden crear imágenes mentales de objetos, personas o lugares familiares. “Existe un espectro de imaginación visual en el que hay personas que pueden imaginar y visualizar eso de lo que hablan mientras que hay otras que no pueden ver absolutamente nada”, cuenta Francisco Gallo, investigador del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA), a la Agencia de noticias científicas de la Universidad Nacional de Quilmes.

El término fantasía (phantasia) fue acuñado por primera vez por Aristóteles para describir el proceso cognitivo de crear representaciones mentales de cosas que no están presentes físicamente. Para referenciar la ausencia de esta habilidad se agregó el prefijo “a”. Fue el psicólogo y antropólogo británico Francis Galton quien habló por primera vez de este fenómeno en 1880. Sin embargo, recién en 2015 fueron retomadas las investigaciones, se trata de un campo poco estudiado y restringido en el que muchas personas que se ven afectadas por esta condición aún no lo saben. 

La afantasía fue descrita por primera vez en 1880 y su estudio fue retomado recién en 2015. Créditos: Revista de Salud y Bienestar.

Según lo explorado hasta el momento, se estima que entre el 3 y el 5 por ciento de la población a nivel mundial tiene afantasía. Se trata de la carencia de una habilidad pero no de otras. Gallo ejemplifica: “Ellos pueden recordar a partir de la imaginación auditiva o la táctilIncluso, hay un artículo que indaga sobre la generación voluntaria de imágenes, esto es que las personas evaluadas en ese estudio dicen que sueñan con imágenes pero no las puede visualizar durante la vigilia”.

A la hora de rememorar un acontecimiento, el científico detalla que las personas con afantasía recuerdan de una manera menos vívida y con menor detalle. A la vez, vivencian más el tiempo presente, poseen un mayor control sobre su propio pensamiento evitando la injerencia de pensamientos intrusivos.

“Hay una pregunta muy interesante que se le hace a las personas cuando se enteran que tienen afantasía que es: ‘Cuando escuchabas que alguien decía que en su mente tenía imágenes, ¿qué pensabas?’ y la respuesta suele ser ‘pensaba que se trataba de una metáfora’”, explica Gallo, licenciado en Biotecnología (UNSAM) y doctor en Medicina (UBA).

Mentes poco exploradas

Si en una punta del espectro de imaginación visual se encuentran las personas con afantasía y en el medio aquellos que pueden representar imágenes mentales con frecuencia, en la otra punta se encuentran los que vivencian la “hiperfantasía”. Esto es la facultad de poder visualizar de manera tan clara “como si estuviera viéndolo en persona, como si fuesen fotos”. 

Se calcula que entre el 15 y el 20 por ciento de la población mundial experimenta esta particularidad mental y algunos investigadores sostienen incluso que las imágenes generadas mentalmente son tan vívidas que pueden dar paso a recuerdos falsos.

Gallo recalca que tanto la afantasía como la hiperfantasía son campos poco estudiados porque no son conocidos ni por los propios individuos que lo experimentan. Sin embargo, ante el interrogante de la Agencia sobre qué sucede en el organismo, ensaya: “Esa es la gran pregunta que nos hacemos. Hay un único estudio que compara qué sucede en el cerebro de las personas con afantasía, de aquellos que poseen hiperfantasía y de los individuos con una capacidad intermedia promedio para generar imágenes visuales”.

Y explica: “Todas las personas tenemos en el cerebro una parte que se llama corteza visual (ubicada en la nuca) que es la que se encarga, junto con la corteza frontal, de procesar la información visual, es decir la que vemos a través de las retinas. Cuando alguien imagina, su corteza visual se enciende y trabaja porque está generando imágenes en el cerebro. Ahora bien, lo que se puede ver en este estudio es que las personas con hiperfantasía experimentan poco trabajo en esta región y su corteza visual está más controlada, mientras que aquellos que tienen afantasía tienen un trabajo muy intenso en esa zona al momento de intentar generar alguna imagen visual”.

De todas maneras, Gallo alerta que hay que tener prudencia ya que, por el momento, “es el único estudio que compara los distintos grados del espectro de imaginación visual”.

Una imaginación diferente

En suma, las personas con hiperfantasía y afantasía representan grupos de individuos que experimentan otro tipo de imaginación diferente a la que tienen aquellos que pueden visualizar de manera controlada. No obstante, en términos de Gallo, “no se trata de algo anormal, sino de otro tipo de experiencias”.

El especialista afirma: “Hay una presunción de que las diferencias individuales están dadas por fuera de una base de funcionamiento cerebral que es único para todos. Estas cosas nos hacen dar cuenta que, en realidad, hay diferencias de base en cuanto a cómo nosotros interactuamos con el mundo que pueden hacer de una experiencia algo totalmente distinto”.

El Laboratorio de Memoria y Sueño recluta gente que supone tener afantasía o hiperfantasía para realizar estudios y avanzar en las investigaciones. El contacto puede ser a través del sitio web o por la cuenta de Instagram.

Cuáles son los principales mecanismos cerebrales que activan las emociones según la neurociencia

A través de las neurociencias contemplativas se puede entrenar a nuestro cerebro para mantener en equilibrio los tres principales mecanismos que activan las emociones.

Si bien desde nuestros orígenes como especie convivimos con estos mecanismos, hace relativamente poco tiempo en términos evolutivos que la neurociencia encontró patrones comunes de comportamiento provocados por aquellos mecanismos que son los principales responsables de desencadenar nuestras emociones.

Imagen/Crédito: Infobae.

Se trata de tres conceptos principales los que motivan la relación entre nuestro cerebro y el resto del sistema nervioso. El primero se relaciona a nuestro sistema de defensa. Ante un estímulo, nuestro cerebro desencadenará una forma de responder que consiste en prepararnos para detectar amenazas y actuar, en consecuencia, para protegernos. Estas amenazas pueden ser físicas o psicológicas y siempre nos generan una emoción que puede ser miedo, enojo, vergüenza y/o asco. Estas emociones, como inteligencias propias del cuerpo, generan también nuestra tendencia a actuar.

En tal sentido y ante estas emociones, se comprobó que hay tres comportamientos básicos que podemos adoptar: luchar, huir o paralizarnos. En el primero de los casos, las personas pueden ponerse muy agresivas y violentas. Aquellas personas que optan por la huida son las que tienden a evitar el conflicto. Y finalmente están aquellas personas que se paralizan.

En todos estos casos y para el funcionamiento adecuado de este mecanismo es necesario que nuestro cuerpo libere ciertos neurotransmisores u hormonas. Los que nos preparan para la lucha o la huida son la adrenalina y el cortisol. La adrenalina hará que aumenten nuestras frecuencias cardíacas y respiratorias, hará que se redistribuya el flujo digestivo, y aumentará el diámetro de nuestras pupilas para poder ver mejor. Esto disparará nuestro nivel de estrés por lo que estaremos listos para reaccionar de alguna de estas tres maneras.

El segundo de los conceptos se basa en lo que se denominó como la búsqueda de recursos. Desde el inicio de los tiempos resultó determinante para los seres humanos buscar recursos para sobrevivir. Básicamente necesitamos alimentarnos y tener un refugio pero en la actualidad podemos estar buscando otros “recursos” como estatus o hasta una pareja. Se trata en general de emociones positivas que nos generan vitalidad, excitación, y el deseo de ir en busca de aquello que consideramos que es importante para nosotros. En estos casos en que logramos obtener algo, aquello que deseamos, el sistema nervioso activa lo que se conoce como el sistema de recompensa y que consiste en la liberación de dopamina en el cerebro que nos brinda una sensación placentera.

Imagen/Crédito: Infobae.

Finalmente, al último de los conceptos se lo conoce como sistema de cuidado y seguridad. Algunas funciones de este sistema son el descanso, la digestión, la restauración, la reparación y el crecimiento. Son funciones fisiológicas que tienden a generar cierta estabilidad en el cuerpo. Aquí entran en juego hormonas como la oxitocina y la endorfina. A partir de su liberación el sistema promueve vínculos seguros y confiables, los que nos conduce a la salud física.  

Lo ideal sería que estos tres sistemas motivacionales estén en equilibrio y para lograrlo, la mente se puede entrenar, al igual que el cuerpo. Hoy en día se conocen diversas prácticas y a través de las neurociencias contemplativas, se puede ver cómo cada ejercicio estimula y genera neuroplasticidad en las distintas áreas cerebrales.

Fuente: Infobae.