Chasqui: el mercado libre de la economía social y solidaria

POR Nicolás Retamar para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Se trata de una herramienta de comercio electrónico que acerca a productores y consumidores de alimentos con una idea en común: solidaridad, democracia y salud.

Chasqui (nombre con el que se denominaba a los mensajeros que traían y llevaban órdenes y noticias en el imperio Inca) es una plataforma virtual para la Economía Social, Solidaria y Popular. Hecha con software libre y multiplataforma –habilitada para computadoras, celulares y tablets–, está orientada a potenciar la visibilidad, vinculación y ventas de productores de la agricultura familiar, cooperativas, mutuales y otras formas asociativas y autogestionadas. Al mismo tiempo, mejora las condiciones de acceso a consumo saludable de las familias. Lo que nació hace diez años como un proyecto de extensión e innovación de la Universidad Nacional de Quilmes, hoy es un lugar que aloja múltiples tiendas virtuales y nuclea a muchos actores de la sociedad civil en búsqueda de un comercio más justo y democrático.

Proyecto Chasqui nació en 2013 y se materializó en 2020.

“Chasqui es un proyecto colectivo gestionado e impulsado desde la Universidad donde buscamos que haya formas de democratización de los mercados, y en particular de los mercados alimentarios, porque entendemos que democratizar implica generar que más actores puedan participar de esos mercados y que haya más y mejor información para tomar decisiones a la hora de consumir”, cuenta Santiago Errecalde, coordinador de la incubadora de Transformación digital, lugar donde está anclado el proyecto, en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.

Universidad y territorio

La pregunta surgió en 2013 cuando se determinó que una de las líneas estratégicas de incubación social de la secretaría de Extensión de la UNQ fuera el desarrollo de tecnologías digitales para la valorización económica del territorio: ¿Cómo incorporar tecnología a los procesos de comercialización que hacían las organizaciones en la comunidad?

Luego de una ardua investigación se relevaron las formas en las que comercializaban las organizaciones de la Economía Popular y la Economía Social y Solidaria (ferias, compras colectivas, cooperativas de consumo) y se trabajó con las organizaciones de productores que tenían estrategias específicas de compraventa. Junto a la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajo, de Innovación, Tecnología y Conocimiento (FACTTIC), docentes y estudiantes de los departamentos de Ciencia y Tecnología y Economía y Administración de la Universidad se hicieron las primeras pruebas de la página web.

Así, empezó a desarrollarse la plataforma con los criterios que tenían las diferentes organizaciones pero adaptados a la virtualidad: que se puedan realizar compras colectivas, que haya puntos de retiro, que se refleje el valor de los productores y las características de los productos, y que al mismo tiempo fortalezca la administración, el proceso de compraventa, la comunicación y la visibilización del sector.

Tras años de prueba, la pandemia aceleró los procesos y en 2020 Chasqui comenzó a funcionar como lo que es hoy. Hasta enero de 2023, la plataforma tuvo más de cuatro millones de pesos en ventas totales y entregó alrededor de 300 pedidos. En la actualidad, los desafíos del proyecto pasan por ampliar la oferta en la web y articular con políticas públicas que permitan continuar con los trabajos de investigación, de extensión, de incubación.

Necesitamos seguir construyendo conocimiento que sea socialmente útil, que mejore la calidad de vida de las personas y que nos ayude a tener prácticas económicas más sostenibles en el tiempo”, destaca Errecalde.

 

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 

 

Misiones: ¿Cómo funciona la primera escuela de robótica pública y gratuita?

POR Luciana Mazzini Puga para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Pensada para niños a partir de los tres años, promueve el aprendizaje colaborativo de ciencia y tecnología, a través de juegos y orientado a la resolución de problemas cotidianos.

La tecnología y la robótica son la base de un futuro cada vez más cercano, y así lo entiende la provincia de Misiones que posee la primera escuela de robótica gratuita y pública del país. Se trata de una institución que, a través de un sistema pedagógico innovador basado principalmente en el trabajo en equipo y la concreción de proyectos, los niños, niñas y jóvenes desarrollan habilidades en relación a la robótica, la programación y la electrónica.

El ingreso a la Escuela de Robótica es a partir de los tres años y sin límite de edad. Créditos: Escuela de Robótica de Misiones

Así, el sistema de aprendizaje sale de lo tradicional y varía según las edades de los alumnos y alumnas. En el caso de las infancias, aprenden contenidos relacionados con el diseño, la electrónica y la programación mediante el juego y técnicas dinámicas. Luego, los alumnos más grandes aprenden mediante proyectos, esto es, pensar una situación de la vida cotidiana, identificar una necesidad y pensar una solución tecnológica en función de ella. 

La directora de la Escuela Solange Schelske cuenta a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ que “el ingreso a la escuela es a partir de los tres años y sin límite de edad. Incluso hay docentes de la casa que también toman clases”. Además, explica que la institución busca sumar otras escuelas de educación formal a su línea de trabajo: “De esta manera, llevamos tareas a los colegios para que tengan este modo de aprendizaje y los contenidos en sus currículas”.

La Escuela de Robótica posee 85 espacios maker distribuidos por la provincia, es decir, lugares donde los alumnos y alumnas experimentan y concretan proyectos tecnológicos. A fines del año pasado comenzó el traslado de este modelo de aprendizaje a otras jurisdicciones, siendo Neuquén la primera en inaugurar el Centro Neuquino de Robótica.

Asimismo, aquellos adultos que quieran sumarse pero no tienen conocimientos previos en relación a este campo de estudio pueden hacerlo sin problema. “Cada año los aprendizajes se retoman: aquellos que ya los conocen los profundizan, y los que no tienen idea pueden aprenderlo”, dice la directora. 

Campeonatos y clubes de robots

Un aspecto fundamental de este modelo de aprendizaje es el trabajo en equipo. Así la institución desarrolla distintas actividades para poner en común los proyectos de los y las alumnas. Tal es el caso de la Copa Robótica Misiones en la que compiten los robots de las distintas sedes de la escuela en función de seis categorías: fútbol, sumo, minisumo, velocistas, laberinto e innovación.

También los mismos alumnos crearon el “Club de Robótica” para formar grupos de trabajo que lleven a cabo los proyectos destinados para las competencias de Robótica y otras áreas del campo. Allí ingresan a partir de los diez años y con conocimientos previos en diseño, programación y electrónica.

Créditos: Escuela de Robótica de Misiones.

Todas estas experiencias intentan responder a una necesidad social que identifican los alumnos. Schelske detalla: “Tenemos casos de chicos que han ido más allá y los proyectos salieron de las escuelas. Por ejemplo, un grupo de estudiantes conformó una cooperativa de trabajo y comercializan la robótica que hacen; otros grupos se han animado a iniciar sus propias startups (empresas emergentes) y se han presentado a convocatorias nacionales o concursos”.

En definitiva, la Escuela de Robótica de Misiones busca que sus estudiantes aprendan de una manera más colaborativa, grupal y con respuestas a las necesidades que existen en la vida cotidiana. Y, una vez más, se alza la bandera de la inclusión: pública y gratuita.

 

 

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 

 

El gato ‘fantasma’ de los Andes que los científicos tratan de proteger

Por Federico Kukso para SINC

En las altas cumbres de la cordillera de los Andes habita uno de los felinos más amenazados y menos conocidos del mundo: el gato andino. Investigadores de Perú, Chile, Bolivia y Argentina han unido fuerzas para estudiarlo y conservarlo. Además de soportar condiciones extremas en su búsqueda, los biólogos afrontan otro problema: son tan esquivos que muy pocos han visto uno frente a frente.

En los rincones más extremos y elevados de América del Sur hay un animal tan reservado y esquivo que es conocido como el “fantasma de los Andes”. Con un pelaje agrisado, salpicado por manchas café rojizo o amarillento, y su cola larga y gruesa, casi cilíndrica, este felino circula sigilosamente por las rocosas y empinadas pendientes de la cordillera andina con gran agilidad.

Se trata del gato andino (Leopardus jacobita)uno de los felinos más amenazados y menos conocidos del mundo. Algo más grande que el gato doméstico, este misterioso animal salvaje habita en las regiones frías y áridas de los altos Andes de Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Se ha adaptado a su hábitat de tal forma que se ha vuelto prácticamente invisible. De hecho, muy pocos investigadores lo han visto cara a cara. Y aun así, lo estudian con fervor para protegerlo de las amenazas que año tras año lo arrinconan al abismo de la extinción.

La gran mayoría de los investigadores solo lo conoce al gato andino por videos o fotos tomadas por ‘cámaras-trampa’. El animal se ha adaptado tanto a su ambiente que es casi invisible. / Cristian Sepúlveda, Alianza Gato Andino.

“Tuve la suerte de verlo después de 8 años de estudio”, reconoce a SINC el biólogo Mauro Lucherini, investigador del grupo de Ecología Comportamental de Mamíferos, Universidad Nacional del Sur, Argentina. “Fue una experiencia única e inolvidable. Sentí que estaba ante la presencia de un ser vivo muy particular. Para mí representa el alma de los Andes”.

Tan reservada es esta especie de carnívoros que hasta 1999 no se sabía casi nada sobre ellos. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), incluso los incluyó en su lista roja de animales en peligro de extinción. Hasta entonces solo existían unas pocas imágenes, cráneos y pieles en museos, antiguos dibujos grabados sobre piedra (petroglifos) en zonas remotas y algunas leyendas. Fue entonces cuando Lucherini y sus colegas de Bolivia y Chile decidieron unir fuerzas y fundar la Alianza Gato Andino, una organización sin ánimo de lucro que agrupa a 32 investigadores de la región, quienes buscan conocer más sobre este elusivo animal parecido a un pequeño leopardo de las nieves y concientizar a las poblaciones locales para ayudar a su conservación.

“Si no hacíamos nada no sé qué hubiera pasado con el gato andino”, dice la bióloga Rocío Palacios, directora ejecutiva de esta red multinacional e interdisciplinaria. “Estaba desapareciendo como agua entre las manos, no es una especie fácil con la que trabajar. Es difícil hacer observaciones directas. En este momento, toda la información que se conoce sobre esta especie es gracias a nuestras investigaciones”.

Gato andino. / Alianza Gato Andino

Escondidos en las montañas

En todo el mundo, hay 33 especies de pequeños felinos silvestres. Entre ellos, el gato de cabeza plana (Prionailurus planiceps) que habita en la península de Malaca y en Sumatra; el gato de Borneo (Catopuma badia); el margay (Leopardus wiedii) en México y partes de Brasil. Además de su rareza, comparten ciertos rasgos: son cazadores solitarios y notoriamente difíciles de estudiar. Asimismo, todas estas especies suelen ser socialmente eclipsadas por sus primos, los grandes felinos como el león, el tigre, el jaguar, el puma, el lince y el guepardo.

En el caso del gato andino, se suma otro factor: estudiarlos es como investigar un animal mitológico. Para ello, los científicos sudamericanos se valen de herramientas como ‘cámaras trampa’ que depositan en las altas cumbres, después de camuflarlas y que se disparan ante la presencia de un animal. “Nos dan la oportunidad de ver momentos secretos de la vida de los animales silvestres”, cuenta el biólogo peruano Anthony Pino Charaja, quien confiesa con decepción que lleva buscándolo más de 7 años y aún no ha logrado ver uno en vivo.

Pino Charaja, añade: “Recientemente acabo de regresar de buscar gatos andinos en el sur de Puno, una de las ciudades más altas del Perú ubicada a 3800 metros de altura, junto al Lago Titicaca. Usamos unas 40 cámaras trampas y en 4 días caminamos más de 170 km. El trabajo es arduo: he estado en lugares donde hay gato andino aquí en Perú que llegan a -21 °C. La radiación solar puede llegar a ser muy fuerte y no encuentras agua en abundancia”.

A través del trampeo fotográfico se ha obtenido gran parte de la información reciente. Hoy se sabe que su distribución no es homogénea sino que está asociada a lugares con una alta cantidad de rocas, donde se encuentra la vizcacha de montaña o Chinchillón, un roedor del tamaño de un conejo, principal componente de su dieta. “Las poblaciones de gato andino a lo largo de los cuatro países es ‘parchosa’, es decir, no es continua”, agrega el biólogo boliviano Juan Carlos Huaranca.

Las cámaras trampa también han permitido saber que gran parte de la actividad del gato andino la desarrolla en horas de la noche. Por lo general, suele dar a luz de dos o tres cachorros dentro de grietas u hoyos de las piedras. Alcanza su madurez sexual a los 2 años y llega a pesar hasta 6 kg. Por otra parte, su esperanza de vida en hábitat salvaje rondaría los 9 años, aunque no se sabe con precisión. Las últimas estimaciones realizadas por los biólogos Juan Reppucci y Cintia Tellaeche indican que no habría más de 1400 individuos.

En 2010, investigadores argentinos informaron de la presencia de este misterioso felino también en la estepa patagónica a 650 metros sobre el nivel del mar, mucho menos de los tres mil metros donde se lo ha encontrado más al norte. Según los estudios genéticos, esta población parece representar un linaje evolutivo distinto de la población de las tierras altas.

Como detectives, los investigadores de la alianza buscan señales y huellas en el terreno para deducir los comportamientos de estos gatos. Cada indicio de su presencia es un tesoro inigualable. En sus salidas de campo se inmiscuyen, por ejemplo, en las letrinas donde estos pequeños felinos defecan para marcar su territorio. Con estas heces, pueden realizar análisis genéticos y conocer más sobre sus enfermedades y su evolución. “Sus poblaciones tienen una baja diversidad genética que esto puede ser otro problema de conservación”, indica Lucherini, investigador además del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).

En 2016, la bióloga Rocío Palacios al fin pudo ver frente a frente a un gato andino. Se trataba de «Jacobo», hallado cerca de un campo de fútbol en Bolivia. / Alianza Gato Andino

Una visita inesperada

Durante el mediodía del 11 de marzo de 2016, un extraño visitante apareció de repente en el medio de un campo sintético de fútbol en Patacamaya, un pequeño pueblo en el altiplano boliviano a unos cien kilómetros de La Paz. Nadie entiende cómo, pero hasta allí había llegado un gato andino. Sin saber qué hacer, las personas que se encontraban en el lugar colocaron al animal en una jaula y se lo entregaron a las autoridades, que decidieron enviarlo al zoológico municipal Vesty Pakos en la capital boliviana. Allí recibió atención médica y un nombre: ‘Jacobo’.

Fue una oportunidad única para los científicos y no la desaprovecharon. Los veterinarios del establecimiento y los voluntarios de la Alianza Gato Andino armaron un recinto especial para él, lo alimentaron, le tomaron radiografías y realizaron una batería de exámenes. “Antes de Jacobo, ni siquiera conocíamos la composición de la sangre de estos animales”, cuenta Palacios, quien al fin pudo estar ante la presencia de este extraño animal, tan especial para ella.

Pasaron las semanas y tras cinco meses en cautiverio, cuando observaron que este ejemplar comenzaba a mostrar señales de estrés, decidieron liberarlo, no sin antes ponerle un radiocollar para rastrearlo en su ámbito natural. “Fue complicado conseguir uno”, advierte Palacios. “La tecnología de rastreo no está muy desarrollada para gatos pequeños”.

Control del seguimiento del gato andino. / Alianza Gato Andino

 

Hasta entonces, solo se les habían colocado rastreadores con GPS a cinco gatos andinos. El primero en Bolivia a un animal llamado ‘Sombrita’, que seis meses después aparecería muerto a manos una persona de la zona. Más tarde, se colocaron cuatro en Argentina pero, o bien a los animales se les cayeron demasiado rápido, o dejaron de funcionar.

Jacobo volvió a su hábitat natural en el Parque Nacional Sajama, que se extiende por Bolivia y por Chile. La bióloga boliviana Lillian Villalba, una de las cofundadoras de la Alianza Gato Andino, logró rastrear sus movimientos todos los días durante casi un mes, hasta que la señal del radiocollar se perdió para siempre.

“A la gente debería importarle no solo el gato andino, sino también cada animal, planta, hongo y elemento de los ecosistemas del planeta. Todos son igualmente importantes, cumplen un rol relevante no solo dentro de su ecosistema sino también para el bienestar humano”, asegura el naturalista Nicolás Lago, coordinador en Chile de la Alianza Gato Andino. “Nuestro bienestar depende de que podamos vivir en armonía con el medio silvestre que nos rodea y para esto es importante que ayudemos a protegerlo”.

Tras cinco meses de rehabilitación, el gato andino “Jacobo” fue liberado con un radio-collar con el que los científicos pudieron seguir sus movimientos. / Alianza Gato Andino.

De figura sagrada a especie amenazada

Hoy esta especie es desconocida por la gran mayoría de la población. Pero para las culturas prehispánicas con las que coexistió durante siglos —como las Quechua y la Aymara— era sagrada. Conocido como Qoa, Chuqui chinchay (deidad del agua) y Awatiri mallku (“pastor o cuidador sobrenatural de los animales”), el gato andino era considerado cuidador de los cerros de la alta montaña. Fue, según la antropóloga peruana Ana María Gálvez, el animal de poder en el mundo andino.

Además de aparecer en petroglifos y en miles de piezas arqueológicas, su figura forma parte de narraciones locales como la del mito del Qhoa, el cual habla sobre un felino volador capaz de traer las lluvias al altiplano.

También se vinculó a esta especie con la abundancia, la fertilidad del ganado lanar andino y producción agrícola de la tierra. En el pasado, las familias tenían la tradición de cazar a unos pocos individuos y embalsamarlos. La piel se adornaba con hojas de coca, maíz y lanas de colores y se lo colgaba en el techo.

En la actualidad, la mayor amenaza que afronta este animal es la pérdida de su hábitat ocasionada por las industrias extractivas como la minería. Las canteras y el fracking (o fracturación hidráulica) consumen cantidades masivas de agua. “Nuestras predicciones indican que las áreas climáticamente adecuadas para los gatos andinos podrían contraerse hasta en un 30 % para 2080 en el escenario más pesimista”, concluyó un estudio publicado en 2017.

También los pastores locales los eliminan indiscriminadamente al confundirlos con zorros o pumas que atacan al ganado. Para disminuir estos impactos, la Alianza Gato Andino implementó varios programas de mitigación de conflictos. “Tenemos una iniciativa llamada CatCrafts de alternativas económicas sostenibles para las comunidades locales que ayuda a mejorar la conciencia y sensibilidad sobre la especie”, señala Palacios. “También buscamos incrementar la tenencia responsable de mascotas para así disminuir los ataques de perros domésticos a la vida silvestre”.

Las principales amenazas para el gato andino son la alteración y pérdida de hábitat provocada por la minería y la caza. / Cristian Sepúlveda, AGA

A poco más de 20 años de la conformación de esta alianza de investigadores, hay aún mucho que no se sabe sobre este gato, símbolo de la región y declarado Monumento Natural por la provincia argentina de Jujuy en abril de 2022. Por ejemplo, se desconoce el estado de las poblaciones, su biología reproductiva, patrones de actividad y comportamiento o el tiempo de crianza.

Además de llenar los grandes vacíos en el conocimiento de esta especie, el principal desafío que afronta esta alianza de especialistas, sin embargo, consiste en lograr despertar la preocupación de las comunidades e impulsar su conservación. Por ejemplo, para ello el conservacionista chileno especializado en felinos Rodrigo Villalobos y el realizador audiovisual Andrés Cid produjeron el corto documental “Buscando al Gato Andino” (2019), tras 15 años de buscar el lugar perfecto para filmarlo.

Fuente: SINC.

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