La muerte en línea: ¿cómo es el vínculo entre los vivos y los perfiles virtuales de los difuntos?

POR Luciana Mazzini Puga para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

La Agencia de Noticias Científicas dialogó con la antropóloga Laura Panizo, que analiza las prácticas en redes sociales para recordar a los seres queridos y el caso “especial” de Maradona.

La digitalización ha impactado en todos los aspectos de la vida cotidiana y la muerte no es una excepción. Algunas redes sociales, como Instagram y Facebook, permiten que el perfil del fallecido se convierta en uno conmemorativo; otras, como Twitter, solo habilitan que un familiar directo cierre la cuenta con la presentación de algunos papeles. Parece ser que no es algo menor evaluar qué sucederá con los perfiles virtuales una vez que los cuerpos sean cenizas. Incluso, un estudio de Oxford demuestra que para 2100 más de 4.900 millones de usuarios de Facebook habrán muerto. Ahora bien, ¿qué sucede con las personas que quedan y los perfiles virtuales de los fallecidos? ¿Cómo se moldean las relaciones entre los vivos y los muertos en línea?

Créditos: Depositphotos.

La transición de una persona de la vida hacia la muerte está marcada por dos momentos que se retroalimentan. Por un lado, el duelo, es decir, los procesos psíquicos que experimenta la persona para afrontar la pérdida de un ser querido. Y por el otro, el luto, que son aquellas prácticas sociales y colectivas que acompañan el duelo. Para ampliar los horizontes del pensamiento, al respecto, la antropóloga Laura Panizo explica a la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ: “Es difícil pensar el proceso de duelo si no se tiene en cuenta la dimensión social de la muerte. En este caso, las redes sociales son algo más de este momento, pero no lo único. Es un fenómeno más de la globalización y, con ello, de todos los vínculos dinámicos que se generan y fluyen”, detalla Panizo.

También, agrega: “Son prácticas novedosas que contribuyen al recuerdo y a las relaciones que se generan entre los muertos y los vivos. Las prácticas cambian y acompañan los procesos sociales. Siempre ha sido así”.

Traer a la vida

Más allá de si son conmemorativos o no, que los perfiles virtuales de las personas fallecidas sean públicos implica que cualquiera pueda ver lo qué hacía y decía (y lo que dejaba de hacer y decir) este individuo cuando estaba con vida. En este sentido, se podría pensar que las prácticas cambiaron y que los que ya no están de alguna manera quedan inmortalizados en sus redes sociales.

En este sentido, la también investigadora de Conicet plantea que verdaderamente el foco hay que ponerlo en quien es la persona que hace uso de la tecnología para recordar al fallecido y qué vínculo tenía. “El punto es el tipo de vínculo que generan determinadas relaciones sociales. Si el que mira las redes del fallecido no era un familiar cercano, ahí sí se da la práctica de traer a la persona en vida. Lo que puede llegar a hacer la red social es que el difunto cobre más significado a través de otro tipo de presencia para alguien que no lo tenía tan presente ni sabía tanto de su vida”.

Además, la especialista recalca que el vínculo que se construye entre los vivos y los fallecidos está determinado no solo por el sujeto social que lo recuerda, sino también por quién murió y cómo: si el final de su vida fue violento o extraordinario y por el tipo de relación que tenía con el deudo.

El caso Maradona

A más de  dos años, la muerte de Diego Maradona sigue dando que hablar. Por un lado, recientemente fue noticia luego de que las publicaciones en las que él demostraba su apoyo al kirchnerismo hayan sido eliminadas. Por el otro, sus seguidores vuelven una y otra vez a su perfil de Instagram para declararle su amor y tristeza.

Así, Panizo analiza: “El caso de Maradona entra en un tipo de muerte muy especial. Él es considerado un santo o un héroe y es, además, una persona que sufre en vida. Este tipo de relaciones alimentan determinados vínculos con sus seguidores. Este tipo de vínculo y de prácticas que se dan en las redes hay que conectarla con la muerte en sí. No es la muerte de cualquiera, sino de alguien que es santificado popularmente”.

La experta continúa: “Las redes sociales permiten la posibilidad de honrar, es como cuando das ofrendas en el altar y pedís algo. El análisis tiene que entrar en el tipo de devoción que genera. Quizás alguien que no conoce tanto al que fallece, puede entrar un poco más en detalle de quién era esa persona a partir de las redes”.

Asimismo, la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ consultó a Panizo sobre qué sucede con aquellas personas que, una vez fallecido, priorizan las críticas a la vida personal de Maradona frente a las que lo suben a una especie de pedestal por su arte futbolístico. La antropóloga desmenuza: “Cuando sucede esta muerte, tanto unos como otros comienzan a perdonar. Se generan marcos interpretativos o hitos identitarios a través de los cuales se recuerda a la persona”. 

Y define: “La memoria tiene que ver con construir lo que uno quiere recordar y el sentido que le da a esta persona”.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 

 

Semillas, perros y astronautas: historias de ciencia ciudadana

Por Rocío Priegue para El Gato y La Caja.

Créditos ilustración: Frits Ahlefeldt – www.hiking.org

La siguiente nota fue realizada en colaboración con el Laboratorio de Aceleración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de Argentina y con el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MinCyT). Pero la siguiente nota no es sobre organismos, sino sobre ciudadanas y ciudadanos. Y la ciencia que sabemos conseguir.

Es cierto que hay tantas formas de hacer ciencia como personas que hacen ciencia, o incluso más. Entre todas esas multiplicidades, aparece la intersección con la ciudadanía. La ciencia ciudadana es el esfuerzo de investigación científica, colectivo, participativo y abierto, destinado a producir nuevo conocimiento e impulsado por distintos tipos de actoras y actores, que no están necesariamente dentro de los ámbitos académicos.  Pero a una práctica tan particular, es difícil conocerla por su definición. Probablemente sea preferible acercarnos mediante las historias que la construyen.  Participar en un proyecto de ciencia ciudadana es ser parte de estas historias.

Una puerta a muchos lugares 

En la provincia de Buenos Aires hay una ciudad que se llama Pergamino. Según cierta leyenda, su nombre se debe a que encontraron, a la orilla de un arroyo, unos pergaminos y unos libros forrados en pergamino. Otras versiones sugieren que el nombre es una españolización de voces indígenas, que perca (herrumbre) y minú (abajo) devinieron en Pergamino. De cualquier modo, el nombre parece acertado: esas vastas extensiones de tierra a las que parte el sol parecen, en efecto, un pergamino. Uno particularmente fértil, como esos papeles húmedos donde niñas y niños germinan porotos en las escuelas. No por nada, Pergamino es, desde 1997, la capital nacional de la semilla. 

Pero esa tierra agrietada del verano también puede ser extremadamente fría en invierno, de ese frío que perfora los huesos. Así se sentía durante la reunión que unos investigadores tuvieron con maiceros locales mientras, intentando que el mate calentito hiciera el asunto más tolerable, recorrían el campo experimental del INTA Pergamino. ¿El objetivo de la reunión? Discutir y compartir técnicas, herramientas y todo lo que rodea al grano de maíz.

La conversación era animada. El tema, interesante. Lo único bueno de que el encuentro llegara al final era la perspectiva de subirse al auto y prender la calefacción. Pero claro, una tarea aparentemente tan sencilla se vuelve más complicada cuando resulta que las llaves del auto quedaron adentro. De pronto, la jornada involucraba un desafío extra. Toda la interdisciplina que hasta hacía unas horas se había puesto al servicio del cultivo de maíz, ahora había que aplicarla a abrir esa puerta. Sacar la llave no era opción, al menos sin afrontar los costos de un vidrio roto. Buscar la de repuesto tampoco, estaba a 200 kilómetros. Tenía que haber otra forma. 

La solución llegó con un alambre, un recurso viejo, pero efectivo cuando está en las manos correctas. La puerta finalmente se abrió y los investigadores subieron al auto para emprender el regreso. Pero la tierra, las semillas y las experiencias compartidas tienen cierto poder. Cierta gravitación, podría decirse. Porque entonces, tres de las personas que debían volver en ese auto a la Ciudad de Buenos Aires cambiaron de parecer. Decidieron quedarse en Pergamino. Invertir unos días más en el campo frío, discutiendo de producción agropecuaria, transgénicos y orgánicos. Pasa mucho eso en ciencia: a veces cuesta abrir una puerta, pero una vez abierta, suele conducir a muchos lugares. Algunos, bastante inesperados.  

Las y los protagonistas de esta historia forman parte de Bioleft, una comunidad de intercambio y mejoramiento de semillas de código abierto para ofrecer soluciones a los desafíos de la agricultura. Y esta es solo una de las muchas iniciativas de ciencia ciudadana que se desarrollan en Argentina. ¿Por qué hacer ciencia ciudadana? Este tipo de proyectos son la respuesta: porque hay cosas que solo se pueden hacer con un enfoque de comunidad. Ciencia al servicio de personas reales para resolver problemas concretos. 

Astronautas en un arroyo

La ciudad de La Plata es conocida por sus calles numeradas, sus diagonales, la catedral, el museo de ciencias naturales y el Estadio Único, no tanto por sus arroyos. Pero esos arroyos existen. Cruzan la ciudad como venas y se rodean de viviendas menos deslumbrantes que la catedral. Son aguas que están vivas. Encierran una gran diversidad biológica, quizás mayor que la del museo. 

Un día, en uno de esos arroyos, un grupo de investigadores recolectaba muestras de agua para llevarlas al laboratorio y luego realizarles análisis físico-químicos y determinar su calidad. Caminaban despacio por la orilla, enfundados en trajes como si fueran astronautas, y registraban, además, información relevante para su trabajo, como la vegetación cercana al lugar en el que se tomó la muestra y el tipo de suelo. A pocos metros, un grupo de niños  —vecinos del arroyo— jugaba con parte de la atención puesta en el juego y otra parte en el grupo de investigación. Después de un rato, se acercaron a curiosear.  ¿Qué hacían esas personas extrañas con trajes raros? Cuando les explicaron, un niño dijo en voz alta lo que el resto también pensaba:

—¡Ah, pero es re fácil!

—¿Sí? ¿Tan fácil? —los investigadores les dieron una planilla a ellos también y les dijeron que la completaran. El desafío fue aceptado. El pequeño grupo se alejó con paso seguro, y empezaron a llenar los campos: presencia de árboles: sí, cantidad de residuos cercanos: algunas bolsas y un par de botellas, tipo de suelo: barro. A los diez minutos, devolvieron la planilla completa. El trabajo de esos astronautas era verdaderamente mucho más fácil de lo que habían pensado al verlos de lejos. 

Lo que los niños no sabían era que ese trabajo iba mucho más allá y era mucho más complejo que llenar planillas y frascos. Lo que los investigadores no sabían — y aprendieron ese día— era que gran parte de lo que hacían era perfectamente accesible para otras personas aunque no tuvieran formación científica. 

Esa tarde, los investigadores se fueron con muchos frascos con agua del arroyo, decenas de planillas completas y una idea clara: era necesario encontrar la forma de involucrar a las comunidades en el muestreo que estaban haciendo. Había que encontrar protocolos que fueran tan accesibles como robustos y, una vez encontrados, había que implementarlos. Entonces, se dedicaron a diseñar el mejor experimento posible y dejaron a las y los vecinos la tarea de recolectar los datos y reportarlos (y luego los volvieron a hacer protagonistas a la hora de analizarlos). 

Seis meses después, a la orilla del mismo arroyo, junto con los mismos chicos y otros vecinos y vecinas, se llevaba a cabo la primera prueba de AppEAR, una aplicación de código abierto para estudiar los ecosistemas acuáticos de agua dulce y construir —con participación ciudadana— un mapa de calidad de los ríos, lagos y estuarios. 

Historias como esta nos muestran que la clave de hacer ciencia ciudadana siempre está en conjugar los métodos de la investigación científica con los conocimientos locales, y aprovechar la capacidad para recolectar datos que aparece cuando se involucra mucha gente. La ciencia (o mejor dicho, quienes la ejercen) puede ofrecer herramientas para transformar la realidad. Porque conocer el mundo permite diseñarlo. Porque entender los procesos permite predecirlos. Y porque al final del día, el sujeto del conocimiento siempre es colectivo. Cuando se hace ciencia ciudadana, más aún.

El perro entero

Estas historias nos dieron un primer acercamiento a algunas preguntas importantes: ¿para qué sirve la ciencia ciudadana? Para resolver problemas concretos y reales. ¿Por qué hacer ciencia ciudadana? Porque  hay cosas que sólo se pueden abordar con un enfoque de comunidad. ¿Cómo se hace ciencia ciudadana? Conjugando los métodos de la investigación científica con los conocimientos locales. Hasta acá, perfecto. 

Pero queda una pregunta que todavía se puede responder mejor: ¿qué es la ciencia ciudadana? Intuimos que la respuesta es mucho más que lo que entra en una definición. Así que preguntemos de nuevo. Preguntemos mejor. ¿Cómo luce la ciencia ciudadana? ¿Qué aspecto tiene? ¿Qué forma adopta cuando se materializa en el mundo real? 

La respuesta, inevitablemente, estalla en una multiplicación: 

Ciencia ciudadana es un grupo de fotógrafos de embarcaciones turísticas compartiéndole medio millón de fotos de ballenas a una investigadora para que profundice su conocimiento de los ejemplares. Ciencia ciudadana es el dueño de una fábrica de pastas subido al techo de su local, filmando una inundación, y que ese video sirva para tomar acciones para mitigar inundaciones futuras. Ciencia ciudadana es una persona preocupada cargando en una app una foto de una vinchuca que encontró en su casa y que un investigador la tranquilice avisándole que se trata de otro bicho. Es un aficionado al avistaje de aves que aprovecha sus salidas para registrar en una aplicación lo que observó y así ayudar a monitorear abundancia y distribución de las especies. Es un aula que minimiza la probabilidad de contagio de enfermedades respiratorias porque monitorea los niveles de dióxido de carbono en el aire mediante un artefacto armado por su propia comunidad. Es la participación de vecinos de la Cuenca Matanza-Riachuelo para controlar el plan de saneamiento y modificar las actividades económicas de impacto negativo. Es un mapa con la distribución de distintas especies de mosquito construido a partir del  aporte que hace cada ciudadana y ciudadano desde su celular. Ciencia ciudadana son estudiantes de una escuela rural registrando precipitaciones que no había captado ningún registro oficial y explicando así una crecida que parecía no tener explicación. Es la presidenta de un centro vecinal pidiendo ayuda en la universidad para resolver inundaciones y desbordes cloacales. Es un productor agropecuario presentando sus resultados en un congreso académico. Una estudiante andando en bicicleta con un medidor enganchado para monitorear la calidad del aire y que luego esos datos se utilicen para diseñar políticas públicas ambientales. Una persona cambiando sus hábitos de consumo después de haber estudiado la cantidad y composición de sus residuos domiciliarios. Un buzo tomando muestras para que investigadoras e investigadores puedan controlar la calidad del agua de mar. Un pescador que cada vez que se encuentra algún tiburón lo marca de manera responsable y segura e informa su presencia. Ciencia ciudadana es un niño con la capacidad de cambiar el nombre y la intención de todo un proyecto de investigación. ¿Cómo? Advirtiéndole a un equipo de investigadores que adoptar una parte de un arroyo no tiene sentido porque sería como adoptar solo la oreja de un perro, que lo que corresponde es adoptar todo el arroyo y su cuenca de aporte: el perro entero.

El lugar donde vivimos

Para quienes trabajan investigando, hay preguntas que son difíciles de responder y hay otras que, directamente, son difíciles de formular. Muchas veces, la clave para hacerse esas preguntas la tienen las personas que viven todos los días junto a una problemática en particular. Frente a una demanda de la comunidad, las y los investigadores pueden aportar no solo el marco teórico sino también herramientas para conseguir y analizar mejor los datos. 

Cuando se hace ciencia ciudadana, independientemente de si la pregunta sale de un grupo de investigación o de la comunidad, generalmente son las ciudadanas y los ciudadanos quienes llevan a cabo la mayor parte de la recolección de datos, porque están en el lugar indicado en el momento correcto, y porque en lo que a datos respecta, suele ser cierto que más es mejor. A la vez, partir de preguntas concretas permite que los resultados puedan servir para dar respuestas reales. En conjunto, datos y preguntas son un gran insumo para desarrollar políticas públicas que atiendan las necesidades de cada comunidad.

Escribir sobre qué es o cómo se hace la ciencia ciudadana es un desafío porque esta tiene tantos matices como proyectos hay. Algunos se circunscriben a localidades de pocos miles de habitantes y otros operan a lo largo y ancho del país, o incluso salen de las fronteras. Hay proyectos que trabajan con subcomunidades particulares (por ejemplo, algunas escuelas o pescadores de una ciudad) y otros en los que puede participar cualquier persona que se descargue una aplicación en el celular. En ciertos casos, es la comunidad la que va a tocar la puerta de un instituto de investigación para pensar en conjunto una idea desde cero y en otros es el grupo de investigación el que la dispara y pide participación. 

Hacer ciencia ciudadana es un montón de cosas distintas pero, sobre todo, es empujar a que el lugar donde vivimos sea un poquito más como nos gustaría que fuera

Fuente: El Gato y La Caja

INTERACTIONS | Estreno | #DiaInternacionalDeLaTierra

En el marco del Día Internacional de la Madre Tierra y como parte de una campaña global promovida por diversas asociaciones de canales de televisión públicos (Televisión América Latina –Red TAL-; European Broadcasting Union –EBU-; y Sesc TV -Brasil-), desde TEC nos sumamos al estreno para la región latinoamericana de INTERACTIONS

INTERACTIONS, se propone como un espejo de las relaciones del ser humano con la naturaleza en sus diferentes formas, a través de la emisión de 12 cortometrajes que brindan una serie de miradas cinematográficas bellamente narradas por diferentes cineastas de distintos puntos del planeta y donde el cine dialoga con el ambiente, la emergencia climática y la relación intrínseca entre flora, fauna y los seres humanos. Las historias cuentan problemas pero también progresos, a través de personajes reales y ficticios que atestiguan la necesidad de acciones inmediatas y efectivas, empatía, y solidaridad para establecer relaciones sostenibles con nuestros ecosistemas.

Se trata de una producción de Adelina Von Fürstenberg para Art for The World de materiales de género docuficción, animación, drama y ficción que llevan al espectador a conocer historias que relatan la interrelación del ser humano con la naturaleza en escenarios de nueve países: Brasil, Burkina Faso, Marruecos, Grecia, India, Japón, México, Suiza y Estados Unidos.

Los 12 cortometrajes que conforman INTERACTIONS, sus tramas y sus autores son:

– Why did you leave the horse alone? / ¿Por qué dejaste al caballo solo? | Dirigido por FAOUZI BENSAÏDI | Marruecos
El mundo del espectáculo en general (cine, circo, parques, zoo…) ha ignorado durante mucho tiempo el bienestar de los animales. ¿Por qué dejaste al caballo solo? es la historia de un caballo al que todos culpan cuando se comporta como animal en libertad, pero al que todos alaban cuando sufre.

– Crepuscolo | Dirigido por CLEMENTE BICOCCHI | Italia
Una escena ancestral en un marco de ciencia ficción inspirado en una novela de Isaac Asimov. El paso de un rebaño de cabras al atardecer en una bahía remota de una isla griega puede ser el punto de partida de un viaje visionario y metafísico. Un escenario abstracto-meditador, que señala la urgencia de nuestro planeta y de la humanidad.

– Refugia / Refugio | Dirigido por ANNE DE CARBUCCIA | Francia – EE.UU.
Refugia relata poéticamente la ciencia de los hábitats ambientales que durante milenios facilitó la supervivencia de los organismos y nos cuenta cómo hoy, en estos tiempos de transición, su protección es clave para el futuro. La película tiene lugar en Japón, en la mística isla de Yakushima, donde los bosques ancestrales contienen algunos de los árboles vivos más antiguos del mundo.

– Jungle Fever / Fiebre de la selva  | Dirigido por TAKUMÃ KUIKURO | Brasil
La lucha de las tribus amazónicas Xingu tratando de salvar su hábitat del fuego, para proteger su ecosistema y muchas especies raras que viven en las selvas tropicales.

– Caiçara | Dirigido por OSKAR METSAVAHT | Brasil
La importancia de la urgencia de un consumo consciente del ecosistema marino en nuestro planeta, la comprensión del daño que provocan las prácticas pesqueras destructivas y sus consecuencias por métodos depredadores sobre los pescadores artesanales.

– Tatanka | Dirigido por ERIC NAZARIAN | Armenia – EE.UU.
El vínculo entre el pueblo Lakota (Sioux) y su culto a los búfalos, incluyendo la regeneración de las praderas, la preservación de su ecosistema, la caza de subsistencia y la tribu de mujeres curanderas y sobrevivientes que se empoderan entre sí a través de la regeneración de la tatanka.

– Queen / Reina | Dirigido por BETTINA OBERLI | Suiza
Después de su primer cortometraje Kingdom (Interdependence 2019), este segundo episodio describirá al personaje principal, una pastora que busca fuerza en el encuentro con los lobos, en los glaciares suizos.

– The Last Maya / Los últimos mayas | Dirigido por YULENE OLAIZOLA y RUBÉN IMAZ | México
La historia del último hombre maya en el sur de Yucatán vive rodeado de las ruinas de la civilización humana. En este ambiente solitario, encuentra consuelo y cariño llevándose bien con un manatí.

– The Chameleon / El camaleón | Dirigido por IDRISSA OUEDRAOGO | Burkina Faso
El lado sagrado de las creencias tradicionales sobre la vida silvestre. ¿De dónde vienen estas creencias, cómo nacieron y sobre todo, cómo se expresan en los comportamientos, costumbres o tradiciones relacionadas con la relación entre el hombre y el camaleón?
(En memoria de Idrissa Ouedraogo (1954-2018), Líder de la Segunda Generación de Directores Africanos, Comandante de la Orden Nacional de Burkina Faso y Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia).

– Elephant in the Room / Elefante en el cuarto | Dirigido por NILA MADHAB PANDA | India
Los niños de una pequeña aldea en el bosque de Wayanad en Kerala, en el sur de la India, hacen un llamamiento único a la humanidad sobre cómo resolver el conflicto entre humanos y animales salvajes y cómo preservar el bosque y la biodiversidad.

– Depressions of a Landscape / Depresiones del paisaje | Dirigido por JANIS RAFA | Grecia – Paises Bajos
Una interpretación ficcional y poética sobre la noción de convivencia entre las comunidades locales y los animales de granja en un momento en el que la humanidad corre peligro de ser vengada por la propia naturaleza.

– Domestication / Domesticación | Dirigido por ISABELLA ROSSELLINI | EE.UU.
El origen de los animales domésticos, la explicación sobre la falta de biodiversidad en la ganadería moderna y el nacimiento de las diferentes razas.

Fuente: INTERACTIONS


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