¿Cómo aplicar la neurociencia en el campo de la educación?

El rediseño de los sistemas educativos debería incluir a docentes, familias, científicas y científicos para alcanzar como objetivo central la estimulación de la curiosidad y la alegría de aprender para ayudar a maximizar el potencial cognitivo de las niñas y los niños.

Antes de explorar las posibles respuestas a la pregunta hay que considerar que especialistas en el estudio del cerebro advierten que tanto las limitaciones biológicas, como la plasticidad y el potencial para ser estimulados que tienen nuestros cerebros durante los primeros años de nuestras vidas, serán factores determinantes independientemente de la aplicación de la neurociencia en el sistema educativo formal.  Asimismo, hay investigaciones que concluyen que los acelerados cambios tecnológicos ocurridos durante las últimas décadas están provocando problemas de adaptación de nuestros cerebros, ya que estos no evolucionan al mismo ritmo que la tecnología.

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En tal sentido, la realidad biológica de nuestro cerebro mantiene una serie de principios que no podemos alterar ya que el cerebro evoluciona de manera muy lenta lo que no da tiempo para una adaptación a esos cambios tecnológicos. Stanislas Dehaene, el prestigioso neurocientífico francés lo explica de la siguiente manera: “Estamos atrapados con un cerebro que tenemos que respetar y aprender a utilizar mejor. Algunas cosas no cambiarán. Por ejemplo, la necesidad de dormir. Las personas que no duermen lo suficiente pierden la capacidad de atención y por lo tanto la capacidad de aprendizaje. En ese sentido, afirma que “la sociedad está evolucionando en una dirección incompatible con las necesidades del cerebro, y la necesidad de dormir es uno de esos casos”. Dehaene resalta también la conveniencia de propiciar el contacto social y de mantener una fluida comunicación, en particular con las niñas y los niños. “Tenemos muchas pruebas de que los niños pequeños necesitan estar muy expuestos al lenguaje desde muy temprano, en los primeros 18 meses de vida. Esto es un fuerte mensaje para los padres, porque muchos están siendo atrapados por sus teléfonos y no les hablan lo suficiente a sus hijos. Cuando la gente discute el peligro de los teléfonos móviles, hablan como si las pantallas fuesen problemáticas para los niños. Pero los que tienen problemas con las pantallas son los padres, porque los apartan de la interacción con sus propios hijos, agrega el especialista.

Stanislas Dehaene. Foto: Diario Perfil

Un estudio con niñas y niños de entre cinco y seis años demostró que la cantidad de diálogos que se entablan con ellas y ellos tiene un impacto directo en la activación de una de las principales áreas del lenguaje en el cerebro. Es por esto que se puede producir un gran impacto educativo antes incluso de que lleguen a la escuela, enriqueciendo su entorno y preparándolos para la adquisición del lenguaje, pero también de las habilidades matemáticas, a través de juegos simples o rompecabezas que podemos tener en casa.

Antes de aplicar la neurociencia en la educación tenemos que analizar cuáles son los principales errores que se cometen en ese sentido. Al respecto Dehaene aclara que “lo primero que hay que decir es que no todo lo hacemos mal pero hay algunas cosas que mejorar. En primer lugar, solemos subestimar a los niños. Existe esta idea de Piaget, que dice que los niños se van a desarrollar muy lentamente, con una agenda muy rígida, año a año, y ahora sabemos por la ciencia cognitiva y la neurociencia que en realidad los niños tienen unas habilidades mucho más sofisticadas” y amplía: En el lenguaje, vemos que adquieren de 10 a 20 palabras diarias, mucho más rápido que cualquier ordenador actual y mucho mejor que la inteligencia artificial. Y también en matemáticas, donde tienen habilidades para los números desde muy temprano y para integrar números y espacio. Tienen intuiciones muy fuertes y hay que vincular las enseñanzas a esas intuiciones, en particular en matemáticas”.

Respecto a aplicaciones concretas de neurociencia en la educación, Marcelo Trivelli, presidente de la Fundación Semilla de Chile, una iniciativa especializada en el diseño de políticas públicas para el sector educativo, explica que hay estudios que demuestran que la dopamina facilita el aprendizaje al generar satisfacción a partir del alcance de un objetivo, lo que incentiva a continuar aprendiendo, manteniendo en alto los niveles de dopamina que retroalimentan un círculo virtuoso en dicho proceso. Sin embargo las metodologías educativas tradicionales no utilizan este mecanismo y por ello se obtienen bajos niveles de aprendizaje. Es por esto que el especialista asegura que llegó el tiempo de enfocarse en los juegos con fines didácticos. Quienes hayan jugado o visto jugar videojuegos podrán haber notado que todos siguen más o menos el mismo patrón: la expectativa de obtener una recompensa. Da lo mismo el tema, el argumento o la trama del videojuego, se va obteniendo puntaje u otro elemento de acumulación que permite ir pasando a una etapa superior. El cómo lograrlo no es conocido, no es posible establecer patrones de manera fácil y cuando se cree dominar la técnica, esta cambia. Todos estos son elementos necesarios para generar y mantener en alto los niveles de dopamina.   

En definitiva, el avance de la neurociencia en los últimos años abre un enorme abanico de posibilidades para reformular y mejorar los métodos de enseñanza y de aprendizaje en el sistema educativo.

Para saber más sobre neurociencia mirá las charlas que tuvieron lugar durante el encuentro “Educando al cerebro” organizado el año pasado en el marco del primer ciclo de #CharlasTEC.