¿Qué pasa en el cerebro cuando olvidamos las contraseñas?

Por María Ximena Pérez para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Claves científicas para explicar por qué cuesta recordar lo cotidiano. Algunos consejos que pueden ayudar a ejercitar la memoria.

Se sabe que el olvido es algo innato al ser humano, y que es un suceso tan habitual como el recuerdo. Sin embargo, se conoce muy poco sobre lo que sucede en el cerebro cuando lo que se olvida son cosas tan cotidianas e importantes como las contraseñas para acceder al correo electrónico y al home banking o las llaves para entrar a la casa. ¿A qué se deben los fallos menores en la memoria, tan comunes en todas las edades? “Muchas veces no es que nos olvidamos de las cosas si no que no somos capaces de evocarlas. Es decir, adquirimos una información la cual se codificó y almacenó correctamente, pero después tenemos problemas”, explica a la Agencia de noticias científicas de la UNQ la bióloga Malen Moyano, becaria del Conicet en el Laboratorio de sueño y de memoria del Instituto Tecnológico de Buenos Aires.

¿Por qué ocurre? Las memorias no se almacenan independientemente unas de otras, sino que constituyen una amplia red de asociación. Por lo tanto, al evocar una memoria se puede favorecer la evocación de una memoria relacionada o se puede inhibir otra.

La transformación digital de la vida cotidiana desafía constantemente al cerebro humano. Crédito: El Cronista.

Moyano lo ejemplifica de esta manera. “Cuando creamos un correo electrónico personal con una contraseña asociada, la información de esta contraseña se adquiere y almacena correctamente en nuestro cerebro. Supongamos que una semana después, en nuestro trabajo nos dan un correo electrónico laboral para el cual creamos otra contraseña diferente, dicha información también se adquiere y almacena correctamente”, apunta. Luego continúa con su razonamiento: “Tenemos dos memorias diferentes pero que comparten claves (ambas son contraseñas, ambas tienen tanto números como letras y ambas las ingresamos desde la computadora). Un día, accedemos a nuestro correo electrónico personal sin ningún tipo de problema, pero cuando ingresamos a nuestro correo electrónico laboral, escribimos la contraseña y nos salta el mensaje de error, sucesivas veces. ¿Cómo puede ser, si el día anterior ingresé sin problemas a mis dos correos electrónicos?, se pregunta”.

Lo que ocurre es que, al evocar nuestra contraseña personal en primer lugar, se interrumpe momentáneamente la evocación posterior de la contraseña laboral. Y es lo que se conoce como “olvido inducido por evocación”. Y completa la explicación: “Si luego de un tiempo (media hora, por ejemplo) volvemos a intentar ingresar a nuestro correo electrónico laboral, vamos a poder hacerlo sin problemas”.

Según la becaria de Conicet, otra situación que puede ocurrir es que al querer ingresar la contraseña personal, se ingresan números o letras pertenecientes a la contraseña laboral (recibiendo el mensaje de error también, y pensando que nos olvidamos de nuestra contraseña). “Esto se debe a que al evocar una memoria dada, simultáneamente podemos evocar ítems de memorias relacionadas y puede interferir con la expresión de la memoria de interés, en este caso la contraseña personal. El fenómeno se denomina interferencia simultánea en la evocación”, detalla.

¿Cómo funciona la memoria?

Existen dos tipos de memoria: de corto y de mediano plazo. La primera se usa para almacenar datos inmediatos, como, por ejemplo, el nombre de una persona que se conoce recientemente. Su capacidad es limitada. La segunda sirve para tareas que requieren más concentración o esfuerzo, como un examen o algo que se hace de forma cotidiana.

“Desde la neurociencia, la información que adquirimos se almacena en nuestro cerebro a través de cambios en las conexiones entre las neuronas”, dice Moyano.

En ese sentido, para estudiar la memoria se puede dividir en fases: la primera, llamada “adquisición”, se trata de la codificación de información (por ejemplo, sensorial) en circuitos neuroquímicos. En esta etapa, la memoria se encuentra en un estado lábil, vulnerable, es decir, la información codificada puede perderse; para que persista en el tiempo, tiene que estabilizarse. La segunda fase de la memoria se denomina “consolidación”, y consiste en el pasaje de un estado lábil a uno estable. Esta estabilización no es inmediata, sino que puede durar horas. La tercera fase, conocida como “evocación”, representa la recuperación de la información previamente almacenada.

Moyano aclara que, dentro de la memoria de largo término, se puede hacer una distinción, dependiendo de la participación del hipocampo, en la adquisición de la memoria. “La memoria que depende de la integridad hipocampal, se denomina memoria declarativa e incluye todos los tipos de memoria que implican en nosotros un proceso consciente, mientras que las memorias no declarativas pueden adquirirse sin la participación del hipocampo y se refiere a los tipos de memoria implícitos o inconscientes”, describe.

Si bien esta es la clasificación que se utiliza hasta el momento, estudios actuales muestran que se pueden adquirir y evocar memorias declarativas de forma subliminal, es decir, información que ingresa de forma inconsciente.

Consejos para no olvidar

Una buena memoria es la consecuencia de buenos hábitos. En ese sentido, los especialistas recomiendan algunas cuestiones que pueden ayudar a ejercitarla. Por ejemplo, prestar atención a lo que se hace, ya que se requieren, al menos, ocho segundos de concentración sostenida para transferir algo a la memoria; usar todos los sentidos, enfocarse en lo básico y asociar la nueva información con cosas ya conocidas, también puede ayudar. Otras claves son comer mejor, dormir bien y realizar actividad física, ya que existe relación entre esto y la actividad cerebral. Una alimentación rica en ácidos grasos omega-3; dormir entre siete y ocho horas diarias mejora la memoria; en tanto la actividad física, también oxigena el cerebro.

Con todo, olvidar cosas tan comunes y cotidianas no siempre es malo: es un signo del buen funcionamiento de la memoria. Prueba de ello es el mensaje de un cuento de Jorge Luis Borges, Funes el memorioso, que relata la historia de un hombre con una memoria prodigiosa, capaz de recordar todas las experiencias y acontecimientos de su vida pasada. Esto era un verdadero infierno para Funes, ya que interfería en su capacidad de pensar y razonar. Por fortuna, el cerebro humano no es tan poderoso.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ

Revelan la estructura de la proteína responsable de la enfermedad de Huntington

Por SINC.

Un trabajo científico en el que participan investigadores del CSIC aporta nuevas claves sobre el papel de la huntingtina en la formación de agregados proteicos tóxicos en el cerebro de las personas que padecen esta enfermedad neurodegenerativa rara.

Un equipo con participación de investigadores del Instituto de Química Avanzada de Cataluña (IQAC) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha revelado la estructura de la proteína responsable de la enfermedad de Huntington, una patología neurodegenerativa grave que se caracteriza por el trastorno progresivo del movimiento y la función cognitiva.

Los resultados del trabajo, publicado en la revista Nature Structural and Molecular Biology, allanan el camino hacia una mejor comprensión de la enfermedad, ya que aporta nuevas claves sobre el mecanismo que desencadena la formación de agregados proteicos en el cerebro de estos pacientes.

La enfermedad de Huntington se desencadena por una mutación genética que afecta a la proteína huntingtina. Este defecto se debe a la expansión de los nucleótidos citosina, adenina y guanina, encargados de codificar en el ADN la síntesis de la glutamina, uno de los 20 aminoácidos que intervienen en la composición de las proteínas. Como resultado, se incrementa el número de glutaminas en la proteína, algo que está directamente relacionado con la formación de agregados proteicos en el cerebro.

 
Ramon Crehuet, investigador del Instituto de Química Avanzada de Cataluña (IQAC). / CSIC / Alejandro Rodríguez.

A pesar de que se desconoce la función de la proteína huntingtina, hasta ahora se sabe que está implicada en el desarrollo neurológico y que es necesario un número mínimo de moléculas del aminoácido glutamina para este desarrollo. Pero hay un umbral de repeticiones de glutaminas en la proteína huntingtina a partir del cual una persona desarrolla la enfermedad. La población sana tiene entre 17 y 23 glutaminas consecutivas, pero por encima de 36 se desarrollan los síntomas de la enfermedad.

La enfermedad, considerada rara, afecta aproximadamente a uno de cada 10.000 habitantes en la mayoría de los países europeos, aunque también existe en el resto del mundo en diferentes proporciones. En España se estima que más de 4.000 personas la padecen, según la Asociación Española Corea de Huntington.

Una nueva perspectiva
 

“Aunque todavía no están establecidas las bases de la enfermedad, se cree que esas repeticiones adicionales de glutaminas hacen que las proteínas interaccionen entre sí y se facilite la formación de precipitados y acúmulos proteicos, lo que resulta en la degeneración neuronal y en síntomas como la pérdida de coordinación y la demencia”, detalla Ramon Crehuet, investigador del CSIC en el IQAC y uno de los firmantes del trabajo liderado por Pau Bernadó, del Centre de Biologie Structurale de Montpellier (Francia).

El científico español indica que “se sabe que la proteína con un determinado número de glutaminas hace más propensa la aparición de la enfermedad, pero seguimos sin entender del todo por qué la estructura de la proteína cambia y se vuelve más tóxica”.

Ahora, los resultados de esta investigación revelan que no hay ningún cambio cualitativo entre la estructura de la huntingtina con un número patológico de repeticiones de glutamina, y la huntingina de personas sanas. Solo hay cambios graduales que se incrementan a medida que aumenta el número de glutaminas.

“Nuestros resultados aportan una nueva perspectiva del umbral patológico de la enfermedad que va más allá de la longitud de la cadena de repeticiones de glutaminas. Conocer la estructura de la proteína y el mecanismo de su agregación puede ser el primer paso para diseñar fármacos que ayuden a paliar los síntomas y mejorar la vida de los pacientes”, resalta el investigador del CSIC.

La exploración de la estructura de las proteínas puede abrir nuevas posibilidades para una mejor comprensión de las enfermedades por expansión de tres nucleótidos, entre las que, además de la enfermedad de Huntington, se encuentran la enfermedad de Kennedy, la distrofia miotónica o el Síndrome del X frágil.

Referencia: Bernadó, P. et al. «The structure of pathogenic huntingtin exon1 defines the bases of its aggregation propensity». Nature Structural & Molecular Biology (2023)

 
 
Fuente: SINC.

El imperio de los olores: ¿Cómo el olfato le habla al cerebro?

POR María Ximena Perez para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Sin ningún tipo de filtro, es el más emocional de todos los sentidos y la forma más antigua de comunicación. Claves para entenderlo.

Un olor puede enamorar, determinar decisiones, causar cambios anímicos, abrir el apetito y, a la inversa, generar rechazo, provocar asco y hasta despertar dolores de panza. ¿Cuánto influye lo que el olfato le cuenta al cerebro? ¿Cómo se discriminan los aromas? ¿Cómo pueden los olores activar las emociones? 

Cuando el sistema nervioso capta olores en base a una combinación de habilidades innatas, experiencias individuales y orientaciones socioculturales, se ponen en marcha ciertos mecanismos que, en diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQFernando Locatelli, Investigador del Conicet en el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (UBA), los explica así: “Nacemos con una cantidad determinada de receptores olfatorios ubicados en el epitelio olfatorio, que interactúan con una cantidad determinada de odorantes o moléculas, capaces de generar la sensación de un olor. De acuerdo a la combinación de receptores que se activa con determinada molécula, es la identidad que nosotros vamos a percibir. Con pocos receptores, y a través de un sistema combinatorio, se pueden discernir millones de olores distintos”.

Los olores no se perciben de una manera consciente sino que generan y provocan estados anímicos particulares sin previo aviso. Crédito: Grazia.

En ese sentido, el investigador detalla que los receptores olfatorios están en las neuronas sensoriales olfatorias, encargadas de enviar directamente información de olor al bulbo olfatorio: el primer centro del olfato en el sistema nervioso central del cerebro. “Esto es una particularidad propia y única del olfato, que se traduce en una única neurona que transmite directamente al cerebro. Es una vía directa, sin ningún tipo de procesamiento de la información”, describe.

Olfato y cerebro: el dúo dinámico que activa las emociones

Así como un buen aroma puede provocar, por ejemplo, la sonrisa a un perfecto desconocido, o que se recuerde aquel verano, casi olvidado, también uno desagradable, artificial, químico, puede conseguir colarse por la nariz e instalarse en la garganta, contaminando todos los sabores y todas las emociones del día. Es decir, el olor es un potente activador de las emociones.

Esto sucede porque en el sistema límbico del cerebro, la parte que se encarga de regular las respuestas fisiológicas y emocionales del cuerpo, hay un órgano, la amígdala, que conecta aromas con emociones. De ahí que se pueda asociar determinados olores con la niñez o la adolescencia. Es decir, el cerebro, metódico, ordenado y siempre abierto a los estímulos, clasifica cada olor y lo incorpora a un archivo de aromas que, a su vez, está enlazado con uno relativo a las emociones. Si se suman y se relacionan aromas y emociones se consigue crear algo así como recuerdos (buenos o malos, según qué se huela) que quedarán grabados en la memoria y aflorarán cuando el olor asociado se repita.

Un sentido complejo y misterioso

Según dice el doctor en Biología e investigador del Conicet, “la plasticidad olfativa expresa el modo en que las percepciones y las codificaciones de los olores se modifican a medida que afrontamos experiencias que nos vinculan a ellos”. En esa dirección, detalla que “el olfato tiene un montón de cualidades explícitas e implícitas que nos alteran y modifican como seres humanos”. Explícitas porque los olores evocan recuerdos y experiencias; e implícitas porque tienen un valor de señal que indica, por ejemplo, que un ambiente puede ser o no amigable, o bien, que un peligro o una recompensa puede estar cerca. Como resultado, ello provoca que, en un ambiente determinado, la gente pueda sentirse más a gusto o no.

De este modo, el olfato se encuentra muy ligado a las emociones y es precisamente eso lo que dificulta al ser humano desarrollar una conciencia real y efectiva de todo lo es capaz de advertir mediante su bondadoso sistema. “En efecto, a pesar de que la mayoría de las veces nos resulta muy elemental, se trata de un sentido bastante complejo y misterioso”, concluye Locatelli.

Lo cierto es que, más allá de los olores innatos y los significados tras las experiencias particulares de cada individuo, el olfato es categorizado como una modalidad sensorial ancestral porque se trata de uno de los sentidos más primitivos, que denota una precisión admirable. Sin duda, el mayor aliado para hacer frente al mundo que nos rodea.

 

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ