Descubren neuronas ‘cantarinas’ que solo se activan en nuestro cerebro con el canto

Por Alicia Moreno para SINC.

Un equipo de neurocientíficos del Instituto de Tecnología de Massachusetts ha identificado, por primera vez, una población de neuronas en la corteza auditiva del cerebro humano que responde únicamente a la voz cantada, y no a la voz hablada o la música instrumental.

Por primera vez, neurocientíficos del Instituto de Tecnología de Massachusetts en EE UU (MIT) han identificado una población de neuronas en el cerebro humano que se ilumina cuando oímos cantar, pero no otros tipos de música.

Estas neuronas, que se encuentran en la corteza auditiva, parecen responder a la combinación específica de voz y música (o voz melodiosa cantada), pero no al habla normal ni a la música instrumental. Los investigadores afirman que se desconoce qué es lo que hacen exactamente y que habrá que seguir trabajando para descubrirlo.

“Este estudio revela algunas de las dimensiones de respuesta dominantes que organizan el córtex auditivo humano, lo cual es muy importante para comprender y modelar los mecanismos neurales del procesamiento auditivo”, señala a SINC el primer firmante del estudio, Samuel Norman-Haignere, antiguo posdoc del MIT y ahora profesor asistente de neurociencia en el Centro Médico de la Universidad de Rochester (EE UU).

 
Neuronas corticales. / Wikimedia Commons

“El trabajo también sugiere que las representaciones de la música se fraccionan en poblaciones neuronales distintas que responden selectivamente a diferentes tipos de música. Entender cómo y por qué se desarrolla esta organización es una cuestión importante para futuras investigaciones”, añade el experto.

El estudio, que se publica hoy en la revista Current Biology, se basa en un trabajo de 2015 en el que el mismo equipo de investigación utilizó imágenes de resonancia magnética funcional (RMNf) para identificar una población de neuronas en la corteza auditiva del cerebro que responde específicamente a la música. En la nueva investigación, los científicos utilizaron mediciones de la actividad eléctrica tomadas en la superficie del cerebro, lo que les proporcionó información mucho más precisa que la RMNf.

“Hay una población de neuronas que responde al canto, y muy cerca hay otra que responde ampliamente a gran cantidad de música. A escala de la RMNf, están tan cerca que no se pueden separar, pero con las mediciones intracraneales obtenemos una resolución adicional, y eso es lo que creemos que nos permitió distinguirlas”, comenta Norman-Haignere.

Combinación de técnicas

En el estudio de 2015, los neurocientíficos utilizaron la RMNf para escanear los cerebros de los participantes mientras escuchaban una colección de 165 sonidos, entre los que se encontraban diferentes tipos de habla y música, así como sonidos cotidianos como el repiqueteo de un dedo o el ladrido de un perro. Gracias a esta investigación, los científicos identificaron seis poblaciones neuronales con diferentes patrones de respuesta, incluida una población selectiva para la música y otra población que responde selectivamente al habla.

Ahora, en su nuevo trabajo, los investigadores usaron una técnica conocida como electrocorticografía (ECoG), con el fin de obtener datos de mayor resolución. Esta técnica permite registrar la actividad eléctrica mediante electrodos colocados directamente sobre la superficie del cerebro, lo que ofrece una imagen mucho más precisa de la actividad eléctrica en el cerebro en comparación con la RMNf, que mide el flujo sanguíneo en el cerebro como indicador de la actividad neuronal.

“Con la mayoría de los métodos de la neurociencia cognitiva humana, no se pueden ver las representaciones neuronales”, explica Nancy Kanwisher, catedrática de neurociencia cognitiva y miembro del Instituto McGovern de Investigación Cerebral y del Centro de Cerebros, Mentes y Máquinas (CBMM) del MIT. “La mayor parte de los datos que podemos recoger nos dicen que aquí hay un trozo de cerebro que hace algo, pero eso es bastante limitado. Queremos saber qué está representado ahí”.

La electrocorticografía no puede realizarse normalmente en seres humanos porque es un procedimiento invasivo, pero se utiliza a menudo para controlar a los pacientes con epilepsia que están a punto de someterse a una cirugía para tratar sus convulsiones. Las personas son monitorizadas durante varios días para que los médicos puedan determinar dónde se originan los ataques antes de operar. Durante ese tiempo, si los pacientes están de acuerdo, pueden participar en estudios que consisten en medir su actividad cerebral mientras realizan determinadas tareas. Para este trabajo, el equipo del MIT pudo reunir datos de 15 participantes durante varios años.

“La ECoG proporciona una medida mucho más precisa de la respuesta neural, pero las oportunidades de registrar respuestas son escasas y la cobertura es mucho peor que la RMNf, ya que los electrodos se implantan por razones clínicas (principalmente para localizar los focos de ataques epilépticos)”, explica a SINC Norman-Haignere. “Una de las innovaciones metodológicas del estudio fue desarrollar una técnica para combinar la precisión de la ECoG con la densa cobertura espacial de las respuestas de la RMNf”, añade.

Descubrimiento de una nueva población neuronal
 

Para estos participantes, los investigadores reprodujeron el mismo conjunto de 165 sonidos que utilizaron en el estudio previo. La ubicación de los electrodos de cada paciente fue determinada por sus cirujanos, por lo que algunos no captaron ninguna respuesta a la entrada auditiva, pero muchos sí. Mediante un novedoso análisis estadístico que desarrollaron, los expertos pudieron inferir los tipos de poblaciones neuronales que producían los datos registrados por cada electrodo.

“Cuando aplicamos este método al conjunto de datos, surgió este patrón de respuesta neuronal que solo respondía al canto. Fue un hallazgo que realmente no esperábamos, así que justifica en gran medida el objetivo del método, que es revelar cosas potencialmente novedosas”, afirma Norman-Haignere.

Esa población de neuronas tenía respuestas muy débiles al habla o a la música instrumental, y por lo tanto es distinta de las poblaciones selectivas para la música y el habla identificadas en la investigación realizada en 2015.

“En nuestro estudio anterior, descubrimos seis patrones de respuesta diferentes, dos de los cuales respondían selectivamente al habla y a la música, y cuatro de los cuales tenían respuestas que se correlacionaban con medidas acústicas estándar (por ejemplo, la frecuencia del sonido). Aquí, además, descubrimos una respuesta neural que respondía selectivamente al canto”, destaca el experto.

Música en el cerebro
 

En la segunda parte de su estudio, los investigadores idearon un método matemático para combinar los datos de las tomas intracraneales con los datos de RMNf de su estudio de 2015. Dado que la resonancia puede abarcar una porción mucho mayor del cerebro, esto les permitió determinar con mayor precisión las ubicaciones de las poblaciones neuronales que responden al canto.

“Esta forma de combinar la ECoG y la RMNf es un avance metodológico importante”, afirma Josh McDermott, profesor asociado del departamento de Ciencias Cognitivas y del Cerebro del MIT. “Mucha gente ha estado haciendo ECoG en los últimos 10 o 15 años, pero siempre ha estado limitado por este problema de la escasez de las grabaciones. Samuel Norman-Haignere es realmente la primera persona que descubrió cómo combinar la resolución mejorada de los registros de electrodos con los datos de RMNf para obtener una mejor localización de las respuestas globales”.

Esta población de neuronas selectivas al canto se encuentra en la parte superior del lóbulo temporal, cerca de las regiones que son selectivas para el lenguaje y la música. Su localización sugiere que estas neuronas pueden responder a rasgos como el tono percibido, o la interacción entre las palabras y el tono percibido, antes de enviar la información a otras partes del cerebro para su posterior procesamiento, explican los científicos.

Los investigadores esperan aprender más sobre qué aspectos del canto impulsan las respuestas de estas neuronas. Además, junto con el laboratorio de la profesora del MIT, Rebecca Saxe, pretenden estudiar si los bebés tienen áreas selectivas para la música, con la esperanza de conocer más sobre cuándo y cómo se desarrollan estas regiones del cerebro.

 

Referencia: Samuel Norman-Haignere et al. (2022) “A neural population selective for song in human auditory cortex”. Current Biology. DOI: 10.1016/j.cub.2022.01.069

 
Fuente: SINC.

¿Cómo regula el cerebro las ganas de vomitar?

Por María Ximena Perez para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Nuevo estudio sobre los mecanismos moleculares y celulares de las náuseas podrían ayudar a mejorar los medicamentos contra los vómitos.

Sabores desagradables u olores repugnantes, ver sangre, tener miedo, ansiedad, dolor y hasta un mero pensamiento es capaz de hacer vomitar al ser humano o, al menos, hacer que experimente náuseas. La cantidad de estímulos capaces de desencadenar el vómito parece no tener fin. Pero no todos los vómitos son iguales, ni mucho menos. Los médicos se refieren genéricamente a las náuseas y a los vómitos como emesis o como síndromes eméticos.

¿Por qué se producen? ¿Qué mecanismos se activan en el cerebro al vomitar? Los humanos son omnívoros, capaces de comer casi de todo. Por eso, son múltiples las ocasiones de toparse con alguna sustancia tóxica de origen animal, vegetal o mineral. Así, el envenenamiento es un riesgo real para su vida. Sin embargo, la naturaleza dotó a hombres y mujeres de un mecanismo de protección: un sensible sistema de vómito, que está impreso desde el nacimiento en los circuitos automáticos del sistema nervioso

Las náuseas pueden tener causas que no se deben a una enfermedad subyacente. Créditos: Medicalnewstoday.

La prueba de su hipersensibilidad está en la variedad de estímulos que son capaces de activarlo. Prácticamente no existe una sola enfermedad o medicamento de los que no se pueda predicar que las náuseas y los vómitos están entre sus posibles síntomas o efectos adversos.

¿Cómo se producen los vómitos?

El mecanismo del vómito está regulado por dos centros nerviosos: el centro del vómito (CV) y la zona gatillo quimioreceptora (ZGQ).

El CV es el “coordinador” del vómito. Hasta él llegan fibras nerviosas procedentes de todos los lugares capaces de inducirlo. Por supuesto las distintas partes del tubo digestivo, pero también otros lugares como el órgano del equilibrio situado en el oído interno o la corteza cerebral. Y de él parten otras fibras nerviosas hacia todos esos otros lugares que han de actuar coordinadamente para vomitar: el estómago que se contrae, la musculatura abdominal que colabora presionando el abdomen, el esófago que se mueve al revés de lo que suele para impulsar el contenido gástrico desde el estómago hacia la boca y, por último, la laringe, que al cerrarse impide el paso del vómito hacia la tráquea y los pulmones.

La ZGQ tiene la misión de empaparse de todas las sustancias químicas contenidas en la sangre, registrar a cada instante si contiene algún veneno o sustancia peligrosa y si es así, enviar inmediatamente una señal de alarma al CV para que éste desencadene la reacción del vómito.

Nuevos estudios

Cuando se ingieren alimentos contaminados por bacterias potencialmente dañinas, el vómito es una forma clave en que el cuerpo expulsa las toxinas. Para observar más de cerca el proceso desde el lanzamiento hasta el lanzamiento, un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Ciencias Biológicas de Beijing, rastreó un proceso similar en ratones, desde el intestino hasta el cerebro.

Aunque los ratones en realidad no vomitan, quizás porque en comparación con el tamaño de su cuerpo, su esófago es demasiado largo y la fuerza muscular es demasiado débil, sí tienen arcadas. Y esto permite estudiar las señales biológicas detrás de la intoxicación alimentaria.

“El mecanismo neural de las arcadas es similar al de los vómitos”, dice el neurobiólogo Peng Cao , del Instituto Nacional de Ciencias Biológicas de Beijing. Y agrega: “En este experimento, construimos con éxito un paradigma para estudiar las arcadas inducidas por toxinas en ratones, con el que podemos observar las respuestas defensivas del cerebro a las toxinas a nivel molecular y celular”.

Después de dar a los ratones una muestra de la toxina bacteriana Staphylococcal Enterotoxin A (SEA), que es producida por Staphylococcus aureus y también provoca enfermedades transmitidas por los alimentos en humanos, los investigadores observaron acciones inusualmente amplias de apertura de la boca en los animales, así como contracciones de la boca, diafragma y músculos abdominales (algo que también se ve en los perros cuando están vomitando).

A través de un proceso de marcaje fluorescente, se demostró que el SEA en el intestino activaba la liberación del neurotransmisor serotonina. Luego, la serotonina inicia un proceso químico que envía un mensaje a lo largo de los nervios vagos, los principales conectores entre el intestino y el cerebro, a células específicas conocidas como neuronas Tac1+DVC en el tronco encefálico.

Cuando los investigadores desactivaron artificialmente estas neuronas Tac1+DVC, las arcadas disminuyeron. Lo mismo sucedió con las náuseas inducidas por la doxorrubicina, un fármaco de quimioterapia común: cuando se apagaron las neuronas Tac1+DVC o se detuvo la producción de serotonina, los ratones tuvieron muchas menos arcadas en comparación con un grupo de control.

“Con este estudio, ahora podemos comprender mejor los mecanismos moleculares y celulares de las náuseas y los vómitos, lo que nos ayudará a desarrollar mejores medicamentos”, dice Cao .

Los investigadores encontraron que los tejidos intestinales formados por las llamadas células enterocromafines son responsables de la liberación de serotonina en el intestino. Por eso, los estudios futuros podrían analizar cómo las toxinas interactúan con estas células en particular para desencadenar el proceso de vómitos.

El mapa detallado resultante del estudio podría dar pistas sobre la intoxicación alimentaria y la quimioterapia, ya que los resultados sugerirían que el cuerpo produce respuestas defensivas similares a ambos.

Así, la investigación podría abrir el camino a mejores medicamentos contra las náuseas para las personas que se someten a ciclos de quimioterapia, lo que permitiría que los medicamentos recetados combatan el cáncer con menos efectos secundarios adversos.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ

Completan el primer mapa del cerebro de un insecto y sus conexiones neuronales

Por Laura Marcos para SINC.

Dos equipos científicos de EE UU y Reino Unido han logrado mapear el cerebro completo de la larva de la mosca de la fruta, un arduo trabajo de 12 años que publica hoy la revista Science. Sin embargo, configurar el conectoma entero de mamíferos, especialmente de humanos, es hoy un reto inalcanzable para la ciencia.

Al célebre nobel español Santiago Ramón y Cajal se le atribuye la siguiente cita: “Mientras el cerebro sea un misterio, el universo continuará siendo un misterio. La comprensión de la conciencia humana es uno de los mayores retos científicos de la historia, comparable a cuestiones tan enigmáticas sobre el cosmos como qué es en realidad la materia oscura o cómo conjugar la gravedad y la cuántica.

Ahora, dos grupos de investigadores han dado un paso más para entender la complejidad del cerebro humano, usando un modelo típico en estudios sobre genética: el cerebro de larvas de la mosca Drosophila melanogaster, o simplemente mosca de la fruta. El artículo científico reproduce hasta hoy el mapa más avanzado de las conexiones de un cerebro del que disponemos, incluyendo 3.016 neuronas y cada una de las 548.000 conexiones entre ellas.

Los autores, que pertenecen a las Universidades de Johns Hopkins (EE UU) y Cambridge (Reino Unido), pretenden no solo sentar las bases de futuras investigaciones sobre el cerebro humano, sino también inspirar nuevas arquitecturas de aprendizaje automático (machine learning), el procedimiento informático en el que se basa la inteligencia artificial (IA).

El conjunto completo de neuronas del cerebro de la larva de la mosca de la fruta fueron reconstruidas mediante microscopía electrónica de resolución de sinapsis. / Michael Winding Foto:

Pero, principalmente, el estudio tratar de encajar una pieza más en la comprensión de nuestra conciencia, como explica Joshua T. Volgelstein, uno de los investigador principales, de la Universidad Johns Hopkins: “Si queremos entender quiénes somos y cómo pensamos, primero tendremos que comprender el mecanismo del pensamiento. Y la clave para ello es saber cómo se conectan las neuronas entre sí”, explica.

Imágenes de alta resolución del cerebro

Los neurocientíficos de Cambridge crearon las imágenes de alta resolución del cerebro y las estudiaron manualmente para encontrar neuronas individuales, rastreando rigurosamente cada una y vinculando sus conexiones sinápticas. El equipo entregó los datos a los investigadores de Johns Hopkins, quienes pasaron varios años usando el código original que crearon para analizar la conectividad del cerebro.

Luego, el grupo de Johns Hopkins desarrolló técnicas para encontrar grupos de neuronas basadas en patrones de conectividad compartidos y luego analizó cómo la información podría propagarse a través del cerebro.

Finalmente, el equipo al completo fue registrando cada neurona y cada conexión, clasificando cada neurona según el papel que desempeña en el cerebro. Descubrieron así que los circuitos más activos del cerebro de estas larvas eran los que iban y venían de las neuronas del centro de aprendizaje.

Medio siglo tratando de crear un mapa de conexiones del cerebro o conectoma ha terminado en este revolucionario resultado, que hoy publica la revista Science.

Diagrama del conectoma de la larva de la mosca de la fruta. / U. Johns Hopkins /U. Cambridge

Un estudio iniciado en la década de 1970 trató de mapear el cerebro de un gusano nematodo. El resultado fue un mapa y su primer esbozo fue publicado en 1986 por el premio Nobel de Medicina Sydney Brenner, fallecido en 2019.

Desde entonces, se han mapeado conectomas parciales en muchos sistemas, incluidas moscas, ratones e incluso humanos, pero estas reconstrucciones generalmente solo representan una pequeña fracción del cerebro total. De hecho, solo se han generado conectomas integrales para varias especies pequeñas con unos pocos cientos a unos pocos miles de neuronas en sus cuerpos, como los nematodos o los anélidos marinos.

Un modelo útil también en neurociencia
 

Pero, ¿por qué utilizar la Drosophila melanogaster o mosca de la fruta y no otro animal más parecido al ser humano? Esta especie es común desde hace décadas en los laboratorios de genética. Las razones son diversas y se deben, en parte, a la funcionalidad que proporciona trabajar con este insecto, pero también a que presenta características análogas a las de los mamíferos. 

En cuanto a sus cerebros, son del tamaño de la cabeza de un alfiler. No obstante, las moscas de la fruta reproducen muchos comportamientos ricos en aprendizaje y toma de decisiones, lo que lo convierte en un organismo modelo útil en neurociencia, además de en genética.

Otra ventaja es que la obtención de imágenes del cerebro de la mosca Drosophila y reproducir sus conexiones se ha podido realizar, en ‘solo’ 12 años. Esto, según los propios investigadores, es “un marco de tiempo razonable”.

¿Se podrá algún día mapear el cerebro humano?
 

Cartografiar cerebros completos es difícil y requiere mucho tiempo, incluso con la mejor y más moderna tecnología. Obtener una imagen completa a nivel celular de un cerebro requiere “cortar el cerebro en cientos o miles de muestras de tejido individuales, todas las cuales tienen que ser capturadas con microscopios electrónicos antes del minucioso proceso de reconstruir todas esas piezas, neurona por neurona, en una imagen completa”, detalla el estudio.

Para lograr mapear el cerebro de la larva de la fruta, se necesitó alrededor de un día por neurona. Dado que el cerebro de un ratón es aproximadamente un millón de veces más grande, la posibilidad de mapear algo parecido a un cerebro humano es prácticamente inalcanzable.

“No es probable que logremos mapear la totalidad del cerebro humano en el futuro cercano; tal vez nunca lo consigamos”, reconocen los autores.

Referencia: Michael Winding et al. “The connectome of an insect brain”. Science (marzo, 2023)

Fuente: SINC.