¡De enanos y topogigios!

La ciencia de lo común en las crónicas de la vida.

Episodio 3  < ¡De enanos y topogigios! >

Por Santiago Olmos.

Me encuentro en el bar, doblo tristemente el diario y lo suelto en la mesa. Le pido a Marcelo un café. En sus ojos veo un destello de intriga, complicidad, tal vez cholulismo — No te pongas mal, Santi —. Me trae el cortado. Bebo un lento sorbo, con cautela, como atesorando mi bronca. Me mira otra vez y dice: —¿Y qué te parecen las declaraciones en el programa del Topo Gigio?—. Me río por primera vez en el día.

Un topo gigio en su camarín antes del set televisivo.

—Me parece un imbécil importante. Son de esos chicos, los hijos de… De tal palo, tal astilla. Es como que nunca pudieron superar la etapa en la que los adolescentes necesitan dejar de lado la dependencia psicológica y emocional hacia sus padres. Repiten el odio visceral con el que fueron educados —, le contesté, mientras miraba en mi celular un recorte de la nota del Topo Gigio en un programa de info entretenimiento, un cachivache pseudo periodístico.

De inmediato, por alguna razón, recordé las estatuas de los enanos secuestradas en varios jardines en Francia, allá por el 2006, por los miembros del «Frente de liberación de enanos de jardín».

— ¡Te acordas de los secuestradores de enanos en Francia! ¡Acá tenemos un par que les podemos enviar! —.

—Sí, me acuerdo de esa historia. ¿Y la colombiana? —. Me dijo mientras saludaba a un cliente que entraba por la puerta.

—Una joven de Medellín se aventuró con amigos a un hotel, donde experimentaron con hongos alucinógenos. Durante la noche, uno de ellos se alejó, generando preocupación. Al regresar al hotel, sorprendentemente, el muchacho los esperaba afectado por el ácido. Reveló que había capturado a un «duende» para llevarlo a la «olla de oro». La situación se aclaró al abrir un armario y descubrir que la criatura era una persona con enanismo—. 

—¡Viva la libertad, carajo! —, interrumpió Pol Niuman de Boedo agitando la mesa y riendo.

— ¡Y qué onda ustedes! —, y gritando hacia la barra donde estaba «el tano»— ¡Sacame al Topo Gigio y “sus hechos sagrados” y manda Presión Alta por el amor de Dios!—  El tano lo miró y no quiso entrar en discusión.

Conocí a Pol Niuman de Boedo en una internación ambulante cerca de la estación Rodolfo Walsh de la línea E del subte. Aunque en verdad, lo conocía de antes. Él y Marcelo tienen lo que se llama «creatividad nominativa» o «habilidad para nombrar creativamente». Entre ellos había una competencia interna en esos términos. Pol se arropaba para sí el calificativo Topo Gigio (El Joni de la tele); Marcelo juraba, sin embargo, que era un hallazgo mutuo. Lo cierto es que cuando dos personas piensan lo mismo en el mismo momento, se suele llamar «pensamiento sincrónico» o «coincidencia de pensamiento». Es una situación curiosa en la que dos individuos llegan a la misma idea o pensamiento de manera simultánea, sin que haya una comunicación explícita entre ellos.

—¡Marce, Marce! ¡Lo de siempre! — Y señaló el amargo obrero.

—¡Mira que quieren que te pongas al día!—, el tano desde el mostrador aprobaba el fiado haciendo gestos de fastidio, abriendo los brazos.

—¡Y Santi…asimilando el golpe! —.

—¡No la pudimos ver! — , le contesté, y con mucha amargura pensé en otro fenómeno relacionado como la ceguera a escala visual específica, donde una persona no puede ver objetos específicos o categorías de objetos. Estamos en una agnosia visual, acaso no podemos reconocer o interpretar estímulos visuales, a pesar de tener una visión aparentemente normal. ¿Qué está pasando que los topogigios y enanos fascistas han tomado parte del espíritu de nuestra gente? A veces el pensamiento sincrónico replicado en millones puede ser fatal. 

—¡Sabes lo que pasa, Pol…! Tenemos una prosopagnosia. Es un trastorno neuropsicológico que se caracteriza por la incapacidad de reconocer rostros familiares, incluyendo el propio, a pesar de tener una función visual normal y una memoria generalmente intacta—. ¿Somos como Truman, aceptando pasivamente lo que se nos presenta sin buscar más allá de las apariencias? ¿Estamos atrapados en una realidad mediada por la tecnología, los medios de comunicación y las redes sociales?—.

—¡Acá lo que pasa es que hay un montón de pendejos que se compran la camiseta del Inter Miami! —, interrumpió Marcelo con su obsesión de siempre y el amargo obrero para el Pol. —¡Hay un montón de pibes que no se acuerdan de la dictadura, que no vivieron la orgía impúdica y frenética del menemismo! — Pol se reía sin parar y lo miraba con esa mirada tan típica.

—¡A ver a ver a ver! ¡Te soluciono el problema en dos minutos! — Y agarró un celular, marcó un número. — – Salut! Pourriez-vous me mettre en contact avec le Front de libération des nains de jardin ? Ici en Argentine, nous avons une mission pour vous. Il est urgent. S’il vous plaît, auriez-vous la gentillesse d’y amener des nains ? Nous vous les envoyons gratuitement —.

—¡Y este Santi…qué dice!—, me mira Marcelo estupefacto y le traduzco asombrado para que no se ponga nervioso: ¡Hola! ¿Podría pasarme con el Front de Libération de Gnomos de Jardín? Aquí en Argentina, tenemos una misión para ustedes. Es urgente. Por favor ¿serían tan amables de llevarse algunos gnomos allí? Se los damos gratis.

Mientras Pol escuchaba la respuesta y la repetía en voz alta —Oui, nous regrettons de vous informer que nous ne pouvons pas prendre en charge votre demande depuis le Front de Libération. Nous sommes débordés. Le monde est un vaste jardin et nous sommes très occupés. Cependant, d’autre part, nous savons qu’à La Salada, il y a des t-shirts en liquidation de l’Inter Miami. Pourriez-vous nous envoyer environ 50 de ces petits t-shirts? — y continúe traduciendo — Sí, lamentamos informarles que desde le Front de Libération no podemos hacernos cargo de su pedido. Estamos colapsados. Bla bla bla. Pero, por otra parte, sabemos que à La Salada, il y a des t-shirts en liquidation de l’Inter Miami. ¿Nos podrían enviar unas 50 remeritas?— .

El Pol Niuman de Boedo

Indignado dijo Marcelo —¡Porque no se van a la mierda! ¡Che Pol! ¿Dónde aprendiste el franchute?— Le preguntó asombrado.

—¡En la escuela pública!— Dónde más. Y se fue riendo, quizás para no llorar. Se sentó en la esquina de siempre, agarró su morral, sacó un paño batik y lo puso sobre la vereda, ordenó minuciosamente unas piezas pequeñas hechas en parcecs. El “Tano” lo observaba desde el mostrador, hacía años que lo dejaba tirar en el suelo sus artesanías.

—¡Tano, no querés comprarme un duende, un Javito de la suerte!— El tano con una sonrisa llena de amor y desconsuelo no le contestó, inclinó la cabeza y cantó bajito:

Algunos dicen que era maestro

Otros afirman que era doctor

No hubo dinero para su genio

La cretinada privatizó…